jueves, 2 de agosto de 2012

Existes

Existes, más allá de un estadio grande que se empieza a llenar, más allá de un campo verde sin pintar y sin medidas oficiales. Eres la flor y el fruto que crecen donde mejor lo prefieren, seguramente siempre verticales y rebeldes, seguramente siempre desafiando unas cuantas leyes. 
Existes, y no necesitas de la horizontalidad del suelo o de un planeta para empezar a prodigarte. No necesitas de una anotación para que te lancen el grito de gol cuando te ven pasar. 

A pesar de que eres omnipresente, siempre te esfuerzas en realizar los viajes a provincias, siempre tienes el cuarto lleno de maletas, listas para partir contigo y con nosotros. Tal vez la omnipresencia consista en eso. Tal vez. Cuantas veces hemos apurado el viaje a otras ciudades para poder verte llegar, y en todas ellas ya nos esperabas con la sonrisa amistosa en el rostro, con la sonrisa de las personas que se alegran de vernos, que se alegran tanto como nosotros de nuestra vieja camiseta. 

Existes, en los puntos seguido y aparte que se necesitan para transformar a un hombre. En las mayúsculas y minúsculas que dan comienzo y fin a una historia de domingo. A una historia de miércoles o sábado; en fin, a una historia. 
Y es que conoces bien la historia. Conoces el adentro y afuera de cualquier cuerpo. Has respirado en ellos el oxígeno que nunca necesitaste. Es que son tantos años de ser inmortal, tantos años desde 1924. Tantos desde que la inmortalidad existe y el infinito ha sido demostrado. 
Estás en el día y la noche, que tienen cada vez más de ti, que se parecen más a ti, pues existes en cada color. Existes en cada uno de ellos, aunque siempre prefieras tu querida crema. 

Estás en las montañas que alguna vez se acercaron a las ciudades e inclusive en aquellas que lograron ingresar a la urbe en un día de fiesta, barrios enteros en los cerros te testimonian como identidad y como algo más que una religión de domingo o de fines de semana. 
Eres en ellos aquel pálpito amoroso que se transforma en el canto gigante de la tribuna, aquel canto que une los anónimos, los rostros desconocidos y les da una dirección en la vida, les da un domicilio y un predio donde puedan tributar, donde puedan tributarte a gusto. 
Transformas así la ciudad hostil en nuestro hogar. Nos esperas cada mañana en la carpeta del colegio, en donde alguna promoción anterior escribió tu nombre. Quedas grabada en cada calle, gracias a esa calcomanía que el taxista pega en el parabrisas de su auto y nos devuelves algo más de sencillo cuando el cobrador utiliza nuestra camiseta en la combi…sí, nuestra camiseta. 

Existes en las paredes limpias y en aquellas donde se pinta la juventud, en las ventanas abiertas que nos permiten avistar a tu feliz hinchada, pero sobre todo en los cimientos que nuestros padres forjaron y que hicieron grande este país. Muchas gracias por todo ello UNIVERSITARIO DE DEPORTES…muchas gracias por todo, porque lo eres todo.
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Gol de la "U"

El gol es una palabra simple y compleja. Simple de decir y complicada de escribir. Simple de escribir y tan complicada de decir. El gol en su momento más inspirado podría ser una canción. Y la es. Una canción donde nos cantan y nos cantamos. Donde se nos permite ser desorejados. Corrijo, donde se nos exige ser desorejados. 
El gol es una frase larguísima. O casi una frase larguísima hecha de una sola sílaba. Que se grita y se grita. O que simplemente se pronuncia bien. Ustedes elijan. 
Es también la palabra de mayor extensión y duración, porque cuando es pronunciada no se le conoce término. No un justo término. 

Con la celebración del gol vamos más atrás que las sociedades orales; regresamos al grito, a la caverna. El gol no es un plato que se sirva frío, sino que es todo el alimento que falta. Todo ese alimento que se engulle y se engulle crudo. Que nos regocija en su crudeza. Que nos empacha en ella porque podría ser la última vez. El gritar un tanto nos devuelve a la fealdad. A las caras largas y larguísimas. A las caras deformadas por el clamor. Y sin embargo nunca ha habido tanta belleza colectiva. Nunca un solo abrazo ha sido tan repartido y compartido. Troceado para que alcance a todos. A esto quería llegar Jesús en sus enseñanzas. El Jesús de las cavernas y de la felicidad. 

El gritar un gol es insuflar vida. Es crear en el aire uno y dos latidos. Echar a andar en el éter un músculo que le permita repetirse. Al gritar un tanto no hacemos burbujas en el aire; fabricamos espuma, rabia, locura, si quieren caos, creamos sobre todo hambre y también la saciamos. Todo Dios se ahoga para poder darnos el soplo de vida y eso es lo que todos nosotros hacemos cuando el balón cruza la línea. Creamos vida. Y nos ahogamos en el intento y su logro. 

El balón que cruza la línea derrumba imperios y hace surgir cordilleras. Nos permite echar una mirada al centro de la tierra. Nos permite ser tan pequeños para luego ser tan grandes. Nos empuja a expandirnos más deprisa que el universo. A hacemos permeables y aumentar nuestra temperatura sin una causa definida, pero si justa. 
De algún lugar conseguimos el combustible necesario para encendernos sin desaparecer. De alguna manera acabamos con todo el aire de nuestro alrededor sin morir. Y no muere nuestra llama. Con la celebración de gol gritamos en un momento y en un momento más poco falta para separarnos del cuerpo. ¿Quién sabe? Pues no sentimos nuestros pies cuando la gente se derrumba alrededor nuestro. Cuando se crean el caos y el desorden mientras la gente cae y se ve arrastrada. Una postal volteada. Un hermoso infierno. Allí entre los aullidos, el tiempo se detiene y la materia se separa. El hincha que estaba al costado de la tribuna, se levanta renglones más abajo contento, feliz. Lleno de polvo, como si fuera el primer borrón de una felicidad que ya tiende a ser más feliz, a ser absoluta. 
El gol es lo más absoluto del universo. La medida exacta. El infinito hallado. Algo de sal, en un inmenso galeón de azúcar. Es decir, una lágrima de felicidad que fluye y fluye. 

El gol es una sola sílaba que iguala y diferencia a tantas historias que se deben de contar. Allí, en la voz del hombre común, del hincha de la “U”, el gol y su celebración se expanden más deprisa que el universo.
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