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jueves, 2 de agosto de 2012

Existes

Existes, más allá de un estadio grande que se empieza a llenar, más allá de un campo verde sin pintar y sin medidas oficiales. Eres la flor y el fruto que crecen donde mejor lo prefieren, seguramente siempre verticales y rebeldes, seguramente siempre desafiando unas cuantas leyes. 
Existes, y no necesitas de la horizontalidad del suelo o de un planeta para empezar a prodigarte. No necesitas de una anotación para que te lancen el grito de gol cuando te ven pasar. 

A pesar de que eres omnipresente, siempre te esfuerzas en realizar los viajes a provincias, siempre tienes el cuarto lleno de maletas, listas para partir contigo y con nosotros. Tal vez la omnipresencia consista en eso. Tal vez. Cuantas veces hemos apurado el viaje a otras ciudades para poder verte llegar, y en todas ellas ya nos esperabas con la sonrisa amistosa en el rostro, con la sonrisa de las personas que se alegran de vernos, que se alegran tanto como nosotros de nuestra vieja camiseta. 

Existes, en los puntos seguido y aparte que se necesitan para transformar a un hombre. En las mayúsculas y minúsculas que dan comienzo y fin a una historia de domingo. A una historia de miércoles o sábado; en fin, a una historia. 
Y es que conoces bien la historia. Conoces el adentro y afuera de cualquier cuerpo. Has respirado en ellos el oxígeno que nunca necesitaste. Es que son tantos años de ser inmortal, tantos años desde 1924. Tantos desde que la inmortalidad existe y el infinito ha sido demostrado. 
Estás en el día y la noche, que tienen cada vez más de ti, que se parecen más a ti, pues existes en cada color. Existes en cada uno de ellos, aunque siempre prefieras tu querida crema. 

Estás en las montañas que alguna vez se acercaron a las ciudades e inclusive en aquellas que lograron ingresar a la urbe en un día de fiesta, barrios enteros en los cerros te testimonian como identidad y como algo más que una religión de domingo o de fines de semana. 
Eres en ellos aquel pálpito amoroso que se transforma en el canto gigante de la tribuna, aquel canto que une los anónimos, los rostros desconocidos y les da una dirección en la vida, les da un domicilio y un predio donde puedan tributar, donde puedan tributarte a gusto. 
Transformas así la ciudad hostil en nuestro hogar. Nos esperas cada mañana en la carpeta del colegio, en donde alguna promoción anterior escribió tu nombre. Quedas grabada en cada calle, gracias a esa calcomanía que el taxista pega en el parabrisas de su auto y nos devuelves algo más de sencillo cuando el cobrador utiliza nuestra camiseta en la combi…sí, nuestra camiseta. 

Existes en las paredes limpias y en aquellas donde se pinta la juventud, en las ventanas abiertas que nos permiten avistar a tu feliz hinchada, pero sobre todo en los cimientos que nuestros padres forjaron y que hicieron grande este país. Muchas gracias por todo ello UNIVERSITARIO DE DEPORTES…muchas gracias por todo, porque lo eres todo.
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Gol de la "U"

El gol es una palabra simple y compleja. Simple de decir y complicada de escribir. Simple de escribir y tan complicada de decir. El gol en su momento más inspirado podría ser una canción. Y la es. Una canción donde nos cantan y nos cantamos. Donde se nos permite ser desorejados. Corrijo, donde se nos exige ser desorejados. 
El gol es una frase larguísima. O casi una frase larguísima hecha de una sola sílaba. Que se grita y se grita. O que simplemente se pronuncia bien. Ustedes elijan. 
Es también la palabra de mayor extensión y duración, porque cuando es pronunciada no se le conoce término. No un justo término. 

Con la celebración del gol vamos más atrás que las sociedades orales; regresamos al grito, a la caverna. El gol no es un plato que se sirva frío, sino que es todo el alimento que falta. Todo ese alimento que se engulle y se engulle crudo. Que nos regocija en su crudeza. Que nos empacha en ella porque podría ser la última vez. El gritar un tanto nos devuelve a la fealdad. A las caras largas y larguísimas. A las caras deformadas por el clamor. Y sin embargo nunca ha habido tanta belleza colectiva. Nunca un solo abrazo ha sido tan repartido y compartido. Troceado para que alcance a todos. A esto quería llegar Jesús en sus enseñanzas. El Jesús de las cavernas y de la felicidad. 

El gritar un gol es insuflar vida. Es crear en el aire uno y dos latidos. Echar a andar en el éter un músculo que le permita repetirse. Al gritar un tanto no hacemos burbujas en el aire; fabricamos espuma, rabia, locura, si quieren caos, creamos sobre todo hambre y también la saciamos. Todo Dios se ahoga para poder darnos el soplo de vida y eso es lo que todos nosotros hacemos cuando el balón cruza la línea. Creamos vida. Y nos ahogamos en el intento y su logro. 

El balón que cruza la línea derrumba imperios y hace surgir cordilleras. Nos permite echar una mirada al centro de la tierra. Nos permite ser tan pequeños para luego ser tan grandes. Nos empuja a expandirnos más deprisa que el universo. A hacemos permeables y aumentar nuestra temperatura sin una causa definida, pero si justa. 
De algún lugar conseguimos el combustible necesario para encendernos sin desaparecer. De alguna manera acabamos con todo el aire de nuestro alrededor sin morir. Y no muere nuestra llama. Con la celebración de gol gritamos en un momento y en un momento más poco falta para separarnos del cuerpo. ¿Quién sabe? Pues no sentimos nuestros pies cuando la gente se derrumba alrededor nuestro. Cuando se crean el caos y el desorden mientras la gente cae y se ve arrastrada. Una postal volteada. Un hermoso infierno. Allí entre los aullidos, el tiempo se detiene y la materia se separa. El hincha que estaba al costado de la tribuna, se levanta renglones más abajo contento, feliz. Lleno de polvo, como si fuera el primer borrón de una felicidad que ya tiende a ser más feliz, a ser absoluta. 
El gol es lo más absoluto del universo. La medida exacta. El infinito hallado. Algo de sal, en un inmenso galeón de azúcar. Es decir, una lágrima de felicidad que fluye y fluye. 

El gol es una sola sílaba que iguala y diferencia a tantas historias que se deben de contar. Allí, en la voz del hombre común, del hincha de la “U”, el gol y su celebración se expanden más deprisa que el universo.
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lunes, 14 de mayo de 2012

El paso al costado

A algunos se les pide mantenerse, no cejar nunca. Y a otros se les pide la renuncia. A algunos se les pide resistir como la roca que enfrenta al océano en borrasca y a otros se les pide dar el paso al costado sin ninguna demora. Ambas acciones tan distintas en un principio, buscan preservar un bien más grande y preciado. Buscan sacrificar el momento para ganar finalmente el todo. 
Ambos actos cuando son originados por razones correctas son igual de valiosos e importantes. Los años dan la verdadera medida y valía del ser que quiso y renunció queriendo. Con aquel otro al que se le exige quedarse y consumirse con lo que queda de su existencia. 

 ¿Quiénes han renunciado? Han abdicado Reyes, Emperadores y Papas. Renuncian aquellos hombres cuya grandeza probada, no puede ser más grande que las sombras y dudas que los cubren. 
Renuncia Sila cuando gozaba de su mayor grandeza, aquejado tal vez por los primeros síntomas de su enfermedad. 
Se retira San Martín luego de la Conferencia de Guayaquil y abdica Carlos V en favor tanto de su hijo, como de su hermano. Napoleón Bonaparte, en circunstancias distintas, realiza el acto dos veces, tal vez intentando preservar parte de su herencia. Más pronto alguno y más tarde que en seguida otros, lo que los une por igual es la renuncia. 
Renuncia Guardiola cuando su legado clamaba por lo contrario y casi todos (por no decir todos) pedían que se quedara. 
Se va Bielsa de Chile no por relaciones tirantes con los jugadores o víctima de un fracaso, sino por las diferencias insalvables que se avecinan ante la nueva dirigencia electa. 
Dimite Michels del Barcelona las dos veces que ocupa el cargo, nunca aferrándose al amor de una dirigencia que en el amor se sabe tan cambiante. 
Todos ellos grandes como son, dan un paso al costado, no por cobardía, sino por grandeza. Todos ellos renuncian siguiendo el dictado subrayado de su conciencia. ¿Se repetirá eso en Ate? 

Nos hemos salteado una estación. Pues los días de Mayo son verano y sus noches comienzan a ser invierno. Y comienzan a ser invierno también, porque los resultados no llegan. Ni siquiera se sustentan en algo que sea siquiera mejora o siquiera trabajo. 
Mientras nosotros contamos con un entrenador con más de un año y medio en el cargo, al frente de nosotros existe un cuadro que presenta esta noche, nuevo técnico. Las diferencias de aquel contraste, se van notando de a pocos, a lo largo de la noche. Pero esas diferencias no nos permiten irnos triunfadores, sino todo lo contrario. 
Nosotros somos el cuadro que no parece entender el discurso del técnico, y somos nosotros el equipo que se desordena después de los primeros veinte minutos, también somos nosotros quienes recién parecemos conocer a nuestro nuevo entrenador o tal vez recién desconocemos al viejo técnico. 
En conclusión, nosotros somos el cuadro que debuta en primera con nueva guía. ¿No es así acaso? Pues eso es lo que parece. Y eso es a lo que jugamos. 

El equipo de la “U” comienza el partido con los bríos del local y es en una jugada mezcla de técnica y de suerte, la que nos pone adelante. 
Luego ocurre lo que siempre viene sucediendo en el campeonato; ya sea reacción natural producto de la inexperiencia u orden del banco, Universitario empieza a retroceder y a ceder la iniciativa al contrario. Una y otra vez, llegan los ataques del rival, hasta que uno solo de esos avances logra el empate en el marcador. 
Y es entonces, luego de este empate, que el equipo de la “U” vuelve a la carga y vuelve a mostrarse muy dominador de su contrario. ¿Qué es esto entonces? ¿Dónde se fue la inexperiencia? ¿No podemos defender un triunfo, pero si podemos ir a la carga para romper el empate? ¿A los jugadores de la “U” se les ocurre esto? ¿O todo ello viene del técnico? 

Son demasiadas las preguntas cuando son muchos los cuestionamientos. Pero hay algo muy real, el partido aunque termina igual en la primera mitad, se termina de perder allí. Nunca más, durante el resto del partido tenemos una iniciativa clara y que nos permita ponernos delante en el marcador. 
El contrario en la segunda mitad nos espera en su cancha y desde el inicio de aquella nos muestra lo que va a hacer. Pero, ¿hay reacción de nuestra banca ante la evidencia? No, uno y otro contragolpe tocan a nuestra puerta y el técnico no hace nada. Se ve venir desde lejos lo que finalmente llega y nuestro entrenador derrumbado, mucho antes que el equipo, no hace nada de significancia más que seguir tumbado. Y llega el tercero de contragolpe. Y es como si nada, en nuestro lado. 

 Entre los jugadores se canta menos y menos a la salida de los vestuarios y se ven más y más los reproches entre uno y otro en el campo. La alegría de debutar en Universitario de Deportes se ha perdido, y la garra ya no se usa como antes. Alguien se olvidó de romper el vidrio y utilizarla siquiera en caso de emergencia. Y es que olvidan muchas lecciones y enseñanzas aprendidas en el vestuario, pero no solo en el actual vestuario, sino en los de anteriores décadas. Alguien se olvida por ejemplo, de lo que fue como jugador. 
Al Del Solar entrenador le daría lo mismo tener un Chemo jugador en su equipo. Tal vez de lo nublado que está, ni lo tomaría en cuenta. Y lo más importante de todo, el Chemo jugador no se quedaría callado ante el remedo de técnico que es el Del Solar entrenador. Por eso y a pesar de todo lo que ha ocurrido, le pedimos al primero y no al segundo, que dé la cara luego de los partidos. Y al menos sea él, el que se ponga el equipo al hombro. Alguien alguna vez preguntó la diferencia entre un Chemo jugador y un Del Solar técnico. Y la respuesta fue el silencio. Porque era tan obvia la respuesta que no necesitaba ser contestada. Porque era tan grande aquella diferencia, como acostarse un día siendo “Chemo” y levantarte siendo Del Solar. 

 Tal vez la redención que necesitaba Del Solar nunca tuvo que ver con salir campeón, sino con la de renunciar con decoro. Sino el de renunciar por honor. Porque cuando se quiere a algo como se quiere a la “U”, importa poco el interés personal. 
Del Solar tiene una segunda oportunidad para demostrar su amor y esta vez no fallar en hacerlo. Tenemos seguridad que Chemo jugador no dudaría en dar un paso al costado, pero dudamos que Del Solar técnico actúe de la misma forma y consecuencia. 
Universitario de Deportes, necesita a su gente entonces, porque lo que se viene y lo que resta, va a ser la mayor prueba como hinchada desde nuestros inicios. A pesar de que el técnico no se decante por su necesaria renuncia, no abandonemos nosotros nunca. A pesar de que el técnico se decida por ser cada vez más Del Solar y cada vez menos Chemo, no dejemos nunca nosotros de ser menos hinchas. 
La “U” no necesita que la engañen o traicionen, sino que la amen a tiempo completo. La “U” necesita nuestro amor, darle menos sería engañarla y finalmente engañarnos.
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lunes, 2 de abril de 2012

Mucho más que seguidores

Un equipo que es acompañado por tanta gente no puede contar con una sola historia. No puede tener una sola manera de contar aquella. Un equipo que se levanta, aunque siempre haya estado de pie. Que avanza, aunque no sume siempre en la tabla. Y que está siempre, aunque no tenga las mismas caras y hombres en sus filas, no puede ser simple de explicar. Y sin embargo, lo explicamos. Lo decimos todo cuando sonreímos al verlo salir a la cancha. En una fracción pequeñísima de tiempo lo hemos narrado todo para nosotros. Como si aquella sonrisa, es decir, nuestra sonrisa; la tuya, la de aquel y la mía fueran iguales, significaran lo mismo. Alguien diría al vernos, al ver esta hinchada, que somos tantos ruidos distintos y una sola hermosa melodía.

La “U” es siempre grande, pero creo que se ve mejor cuando los seguidores se convierten en compañía. Cuando la hinchada, va lado a lado con el equipo.
Tres tribunas, pero miles de espectadores, miles de lados distintos por donde se le puede hacer compañía a un Club. No solamente seguirlo de lejos, sino estar a su lado. Ser su mejor pata el fin de semana.
Hoy la hinchada da la cara. Acude. El amor es el comienzo del boleto, o donde dice Universitario de Deportes, el amor es eso. Nada tiene que ver el rival en ello. Nada tiene que ver la “grandeza” o vileza del contrario. Allí donde dice la “U”, allí también dice amor. Allí existe la explicación de una sonrisa y el porqué se puede decir por ejemplo: “Te Amo la “U” y estoy aquí, porque solo tengo una vida para demostrarlo”.
¿Es por eso que estamos en la cancha? No, es más todavía que aquello. Cada segundo que pasa vamos sumando una necesidad más grande, un deseo más compacto de estar exactamente aquí, en este lugar, acompañando a nuestro Club.

La “U” es once y muchos más. La “U” es una voz. La “U” es una masa inmensa con un solo fin. Llevar ese balón que se encuentra en el centro hacia las redes del contrario. Es por eso del aliento en las tres tribunas y el soplido hacia un solo lado del campo.
Las ilusiones, las mejores ilusiones de los más pequeños vuelan en este ambiente generado por una hinchada entregada a su equipo. El canto de la barra va así y el primer tanto del equipo también va así. La felicidad es más feliz, relatando esto.
Desde el mismo centro del campo saca el contrario luego del gol de Universitario. Desde allí se busca volver a llevar el balón hacia el arco rival.

Hoy llevamos a la cancha números que significan guerra. Que significan no rendirse nunca. Hoy llevamos cifras que se enfrentan a las restas y terminarán dando siempre positivo. Hoy sumamos a ese número en la tabla, miles de cabezas, ejércitos.
La “U” se defiende entonces, la “U” lucha contra los contrarios de hoy y contra los dirigentes, que son más contrarios aún. No nos preocupamos, a los primeros les vamos a ganar casi siempre, y a los segundos, los vamos a golear. La gente se está dando cuenta del poder que tiene y de los cambios que se necesitan para reflotar a la institución.

Universitario de Deportes suma tres puntos porque no es posible perder con tal ejército respaldando sus acciones. Ximenes añade el primer tanto casi sin guiar la pelota. Solo basta empujarla un poco para desenrollar la cadena, hacer andar el tren sobre los rieles.
Luego del empate de Cobresol, la segunda estación parece lejos, pero la gente se dirige a ella con sus cantos y hacia allá dirige al equipo.
Importa mucho, lo mal que se juega la primera parte; pero lo importa todo, la buena actitud que tiene el equipo en la segunda mitad.
Tal vez porque un equipo joven como este, solo puede mejorar en su futuro. Tal vez porque un equipo sin tantas apariciones en primera, debe tener verdaderas presencias de primera, es que la “U” mejora en la segunda parte.

El segundo tiempo es diferente, pero empieza casi igual que lo último visto. La “U” lo suficientemente generosa para pecar también de desordenada, y lo suficientemente desordenada en su eterno mirar hacia adelante, para también hacer buenas migas con su gente.
Las oportunidades empiezan a ser tan continuas, que antes del segundo gol, la gente ya sabe a dónde va ir ese balón de Calcaterra; los rivales alrededor de él también conocen donde irá a clavarse la pelota del crema. El mismo Goyo Bernales dice “gol” antes de que lo patee el argentino, tal vez recordando su tanto a los cagones, el año ‘99.

Universitario de Deportes utiliza la sorpresa y el contragolpe de Polo para ampliar la diferencia en el marcador. Tanta es aquella, que el penal en contra, no significa mucho más que una anécdota.
La “U” gana el partido con dificultades y con un plantel que necesita creer lo suficiente en sí para poder mejorar. Hoy casi treinta mil personas demostraron cuanto lo quieren al Club. Ya creen en él y lo aman desde hace mucho. Son seguidores de aquel desde hace mucho también. Hoy, ya sin los nefastos dirigentes, los seguidores necesitan convertirse en acompañantes, en compañía celosa de su institución. Lado a lado con ella.
La “U” no merece menos que verdaderas multitudes en sus partidos. No merece menos que el amor de su hinchada. Y no merece menos que gente que se sienta igual a ella.
Universitario de Deportes no necesita más seguidores; lo que necesita, es una hinchada que sea compañía de ella, que esté a su lado siempre, durante todo el camino. La “U” te necesita a ti que me lees. El fin de semana jugamos en el Callao. Dale, ¿Y vamos? ¡Y vamos carajo! ¡Y dale “U”!


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domingo, 11 de marzo de 2012

Cantares de gesta en el Nacional

La tonada con que se le canta a la “U”, tendría que ser la misma de siempre. Y en el Nacional llega a ser la misma de siempre. Igual tal vez, a la de casi un milenio atrás. La misma que cantaron los primeros juglares y que entonó también el juglar original.
La misma tonada con la que se cantó la primera gesta importante. Porque casi siempre el canto de la hinchada es el presagio de lo que ya se sabe o se sospecha. Casi siempre es lo que ha de ocurrir en escena. Lo que el jugador de la “U” ha de representar en el escenario. Y la hinchada realiza estos presagios sin notarlos aún. Allí radica la pureza de su acto.

La hinchada de la “U” le canta a una tradición que prorrumpe en sus venas. Cuando el bombo manda el “Vamos cremas vamos”, es porque han visto el acto heroico repetirse en el futuro. Más que un deseo, entonan como hados lo que ha de suceder.
El hincha de la “U” entona todos los fines de semana cantares de gesta. Sus gestas.
Los de al frente, solo se dignan a creerse más que nosotros, y a gritar sus oles cuando falta tanto para que todo acabe. Berrean cuando solo les separa un gol. Berrean ingenuos el ole como las ovejas que son:

¡Oleeee! ¡Beeeee! ¡Beeee!

La “U” es distinta. Su gente es distinta. Su hinchada se dedica a cantar y a cantar, siguiendo la tradición heredada tantos años atrás. Llaman a aquello que vendrá y aparecerá. Invocan a aquello a lo que le podrás llamar como te dé la gana.
Porque ya sabes, a partir de ahora puedes llamarlo como te dé la gana. Porque sucede. Simplemente sucede. No falta. No escasea. Y encima, tiende a repetirse en el tiempo. Sí, se repite. Se repite como si nada. La garra se repite.

Puede ser que el ponerse esta camiseta tenga que ver con ello. Esa camiseta crema y no otra. Aquella camiseta permite que las cosas sucedan. Que las reacciones se den. Que esa variable que suma, sume de nuevo. Una magnitud a la cual tenemos que reunir de alguna forma. Explicarla de alguna forma. Traducirla en ese sudor que no seca, pero que ya va quemando. Como si fuera combustible. ¡Y qué combustible! Tal vez el suficiente de aquel para echar a andar un país. Tu país.

El viejo en la tribuna de oriente lo sabe así. Sí, ese viejo señor que está ya hecho un músculo agarrotado, que no se deshincha. Que no sabe deshincharse y solo sabe ser hincha. Más hincha. Y grita. Y canta. Enfurecido, pero canta.
Como si su voz proviniera desde el fondo del lecho de un río costeño en verano. Con las piedras sonando y chocando, haciéndose añicos. Esa es su voz en el canto. Enfurecida. Pura. Rompiendo el cerco de miradas de gente sorprendida a su alrededor. Y pasando al otro lado. Caminado un trecho lunar y volviendo de allí. Y canta. Sobre todo canta. No sabe bien la canción, pero necesita cantarla. Hoy necesita cantarla. Porque el alma se le sale por la boca. Y ya es demasiada la humanidad que tiene encima. Lo siguiente sería llorar ante tanta humanidad. Ante el ejemplo del viejo, que canta a su equipo, a su Club. A ese gran amor que le tiene. Y que va chocando entre tanta gente.

Y entonces que llega el gol del empate. Un ir encima del rival. Un no dejarse vencer. Un pase de Rainer Torres hacia el recién ingresado y debutante Chirinos. Y Chirinos que se saca a su marcador y de media vuelta vence el arco contrario.
¿El viejo dónde está? Y el viejo de tribuna oriente que ya no está. Ahora estamos todos nosotros gritando, abrazando, insultando y alabando nuestra suerte. Sacando tanta humanidad encima.
Y el viejo que ya no está allí. Que se ha bajado por las gradas gritando. Gritando. Amando a la “U” y teniendo solo una vida para demostrarlo. Una vida. Y aprovechándola. Aprovechándola con todo. Estrujando su camiseta y llorando como un niño por lo que acaba de ver. Por lo que hemos visto todos. Por esta garra que se niega a ir. A pesar de todo. A pesar de los dirigentes. Cerrando los ojos y viéndolo todo. Todo. Y cantando también. He aquí entonces, el dueño de su mundo. He aquí, un hincha de la “U”.


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miércoles, 21 de diciembre de 2011

El billete ganador

Mis dos entradas van del bolsillo a la palma de la mano y de allí al bolsillo nuevamente. Son iguales en tamaño y forma, son distintas en el resto. Tribuna Norte dice la de Matute. Tribuna Norte a secas. 25 soles por el asiento 203 en la fila 14. ¿Asiento en Tribuna Norte?, el clásico comienza en este papel de batalla, en esa pequeña declaratoria de guerra.
Me voy con la infantería, con el soldado de a pie a nuestro querido bastión, no ha habido levas en el camino, la gente que va a Matute, va feliz y por propia voluntad. Sacan sus boletos como si tuvieran el billete ganador de lotería y lo tienen, lo tienen, no lo dudo, y por eso aquel con mucho cuidado va de la mano al bolsillo nuevamente, el ritual del ganador de un premio ha comenzado.

Este pequeño ticket es la felicidad completa. Y seguirá siendo la felicidad completa aun cuando con cada minuto se arrugue un poco más, aun cuando quede más pequeño de lo que ya es, un trozo menos al momento de ingresar al estadio, un trozo menos para poder cambiarlo por el todo final.
De su lisa corteza no queda nada, ha sido doblada por el sudor de la mano en el trayecto.
Playoff 2009, el precio jura decir 25 soles, tú solo sabes lo que he pagado por tenerte a tiempo y ahora que el precio cae nuevamente, una media sonrisa se dibuja en el cielo, la mano negra del mercado les dobla la mano a todos los “revecas”, el negocio lentamente se escurre de entre los dedos.
Pero volvamos nuevamente al dichoso boleto, a su declaratoria de guerra, a sus mentiras escritas por parte del enemigo. Volvamos a leer en ese trozo nuestro nombre pequeño en comparación a su ridícula tinta derramada, volvamos a leer nuestro nombre incompleto, nuestro nombre que será vengado dentro de poco por la hinchada y sus jugadores.

El clásico comienza a ganarse en la tribuna, sorprendiendo a los de enfrente que creían mucho en las mentiras de la prensa que les hizo los boletos y los titulares de la semana. El sancochado mental de ellos se les aclara en un instante, no son más el actor principal, no son más locales, la imprenta les ha mentido de nuevo, el papel soportaba todo y todo son la lluvia de papeles picados con que se recibe al campeón desde la Tribuna Norte. Universitario de Deportes y no Universitario sale a la cancha. Universitario de Deportes.

-Mucho gusto, como si aún no me conocieras.-

No importa, a veces las victimas prefieren no conocer el nombre de su victimario. El boleto es guardado en el bolsillo hasta el final, la “U” va al medio del campo y su gente le canta…un grande. La cancha hace pequeños a otros, pero no a este cuadro. Universitario de Deportes no entra en los cálculos de nadie nunca. El cuadro crema una vez más arranca el papel de la obra y rompe el boleto.

13 de Diciembre del 2009, el ticket que sobrevive en mis manos es la primera prueba del abrazo luego del gol y del campeonato. Maltratado y feliz, el pequeño boleto es sinónimo de felicidades más grandes. De felicidades que doblan y dan la vuelta, que hacen cordillera y cañón en lo que antes era liso, que hacen geografía sobre el papel común. El boleto doblado se acerca a si mismo, se abraza a si mismo en ciertas partes. A falta de mi mano, se da la propia mano también. La “U” gana el campeonato nacional, y el ticket que se guarda junto al otro de Matute luce sus cicatrices y heridas que solo deben ser entendidas desde la felicidad de un hincha, de un hincha adulto que termina celebrando como un chico en el Lolo de Breña, que termina celebrando el Campeonato Nacional y la nueva juventud gracias a las aguas de lo ya bebido.
Desde hoy y desde mi borrachera, certifico que Ponce de León es el apellido más común del Perú y de la Tierra.


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martes, 20 de diciembre de 2011

La final y el fin de todo

- La gente de la “U” está ingresando sin presentar DNI. –

Ese era el primer rumor que surgía al mediodía, el primer rumor desde el lado contrario. Simpatizantes blanquiazules moviendo la cabeza en franco desconcierto, mientras los dirigentes grones se apresuraban en llamar a los encargados de las puertas que daban paso a Norte. Una o dos averiguaciones, gritos de por medio…y siempre el mismo reclamo…

- ¿Por qué no piden DNI a las “gallinas”? -

El silencio primero y luego la explicación, su explicación. – A algunos los tasamos de clásicos pasados y los dejamos pasar…pero solo a unos cuantos (la minoría)…al resto los demoramos en una sola cola.
La bulla primero y luego la explicación, nuestra explicación. - ¿Por qué sin DNI?
Porque aunque les cueste decirlo, nos reconocen a todos, a cada uno de nosotros.
Porque tenemos una identidad que respetamos y no cambiamos con el pasar de los años, no se nos puede pedir identificación entonces, no la necesitamos.
Los dirigentes cagones no volverían a llamar a sus empleados en la puerta, al menos así quisiera creerlo.

La “U” con el pasar de los años ha cimentado una forma de ser tan igual a su primera concepción que debe sorprender a los extraños, a los que empiezan sus primeras averiguaciones desde los libros y las hojas.
¿Qué es esto de la garra?, ¿qué es esto de preferir el obraje sobre el arte?, ¿qué significa este golpe de puño sobre la mesa, interrumpiendo el concierto amistoso de 1924?
La “U” irrumpe en escena ese año para imponer una forma de entender el fútbol distinta a la generalidad. Universitario no es el primo hermano de Brasil, el primo pobre y menos talentoso. No, la “U” entiende desde temprano que ese estilo y esa forma de jugar no iba con ellos, que esa forma de ser nunca podría llenar de veras un corazón.

Universitario lleva sus pilchas y se instala al frente de todos los demás, la Federación Universitaria es el primer antagonista y rival del resto. Por ende también es el primer héroe de la calle. Lo demuestra en su primer clásico, lo demuestra en el último. La “U” no necesita DNI pues tiene identidad, me repite un compañero de ruta. La “U” no cambia y no debe de cambiar. Universitario no está a mitad de camino de nada. No está yendo del “jogo bonito” al “corazón”. Sus hinchas no le piden un gol de chalaca en el último minuto. Los cremas tienen claro lo que son, lo tienen claro desde que comienza su partido en el año 24.

Y es que su identidad siempre entra en escena. Aunque le sea difícil cruzar la puerta. Aunque por falta de algún jugador talentoso deba de buscar una ventana abierta para ingresar. Pero ese es Universitario, el viejo y querido Universitario de Deportes que siempre se hace presente en el campo rival. Esa identidad tan marcada hace que lo reconozcan cuando se muda de Breña para Ate. Universitario se muda, pero nunca cambia. Siempre la misma piel, con idéntico color a ambos lados.
La “U” es el puma que pone la garra al final de la avenida Javier Prado, es también el león y no la cebra de rayas blanquiazules. Aquella cebra que está a mitad de camino entre caballo y el remedo de una cosa. Universitario al final del callejón se comerá a la cebra nuevamente, se comerá a su presa, porque se repite y se ha de repetir siempre, porque para alcanzar la eternidad, uno debe convencerse primero en ser.

La “U” en las afueras de Matute no necesita de DNI y de partida de nacimiento para ingresar, no necesita de nada para demostrar quién es y qué arriesga.
Su estilo de jugar, su responsabilidad al encarar, aún su forma de caer cuando debe de caer, son dictados por una identidad. Una sola.
Universitario es fruto del hombre que quiso ser siempre hombre, nunca Dios. Que quiso ganar sus batallas solo. Nunca con ayuda divina. Nunca con uniformes cambiados cada año o cada mes de octubre. Universitario no se encomienda a los dioses en octubre, piensa más bien en el fin y en el final de todo. Su cabeza se concentra en diciembre, solo en diciembre.


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lunes, 19 de diciembre de 2011

La garra voltea el partido

La garra no ocupa asiento de pasajero. No se sienta en la parte de atrás.
La garra no busca la comodidad de la que necesita el talento. No se aplasta hasta que la despierten. Hasta que le pasen la voz con cariño. No, la garra necesita del timón chocando contra su estómago y piernas. Necesita del timón inmenso de camionero para continuar. La garra si maneja algo, maneja un camión. Maneja y sabe que va a llegar a su destino, a tiempo y en su tiempo. Con austeridad, pero con autoridad. Con la autoridad de cargar un millón de huevos, pollos, gallos y gallinas consigo. Con la autoridad de quien coincide con su destino.

La garra pulveriza la propia piedra donde se asienta. Una vez que aquella deja el cuerpo del jugador, lo que queda de este son escombros. Es por eso que el tiempo de su uso no puede ser repentino o emocional, sino latente. Debe durar y debe ser continuo. Como el reloj de una bomba que se niega a explotar aún. El corazón es una bomba que se niega a explotar aún.
La garra pulveriza por dentro la urna que lo contiene. El hombre puede ser duro, pero su cáscara no deja de ser delgada nunca, no deja de ser posible su derrota cuando la garra lo deja. Ese es el peligro de no mantener una misma actitud. De tener un off y un on. De cambiar de camisetas. De cambiar la camiseta de la “U” por cualquier otra.

La “U” es un equipo obrero. Un obrero horneado con la misma temperatura que el ladrillo que cuece. Un club que prefirió el ladrillo al mármol. El fondo a la fachada. Universitario sobrevive a la garra porque es su mejor encarnación. Porque aún no se atreve a dejarla. Los años han visto distintos rostros adueñarse del mismo gesto en la “U”. El gesto que forma marca, pero no arruga. La garra no envejece en Universitario porque se transmite al que continúa, al que llega. Las palabras y las actitudes que se complementan para hacer su trabajo. Ambos tienen las moléculas pequeñas y traspasan los poros del testigo. La osmosis es un proceso lento. Un proceso lento si se quiere. En Universitario logran separar el agua de un océano, de su sal, de toda su sal.

La práctica, el vestuario y el partido. A diferencia de la teoría y práctica que definen muchas actividades en la vida, el fútbol tiene el vestuario que es el lugar intermedio, un casi limbo. Un lugar en la tierra donde las leyes se detienen un rato para hacer pasar al hombre. El hombre con luz verde. Parte catacumba y parte aula, el vestuario concibe y derriba mitos entre las antorchas que lo alumbran. Parte catacumba y parte aula, el vestuario no te enseña a oír misa, sino a ser solo más cristiano, musulmán, ateo o lo que quieras ser. Es un puñado de hombres con una misma creencia, contra todo el mundo externo. La garra de la “U” también se transmite allí. Avanza y se queda y vuelve a avanzar.
Un proceso lento, de miles y millones de años que despega en las cuerdas de Héctor y llega al entendimiento de Cuéllar. Un gato de mil años y mil vidas.
Las enseñanzas continúan cayendo de la roca, formando más roca. Como en Luray. Como en Virginia, donde al vestuario vestido de garra le salen colmillos del techo.
La “U” sale al campo de juego con necesidad de imponer su identidad. Universitario no engaña a nadie. Lo que te ofrece, te lo da. Este fin de semana perdía y termina ganándole al clásico rival con garra. Voltea el partido. Y pensar que todo estaba allí en el menú del día, en el menú de todos los días. La letra coincide con la firma en Universitario. Como se comienza, se termina. Solo para comenzar otra vez y otra…


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domingo, 18 de diciembre de 2011

El punto final

No fue un partido común en la vida de Solano. No lo fue antes, ni lo es ahora. Pues antes no se le señaló una ruta parecida; ni aquel demoró lo mismo en concluirla.

Los instantes duran nada, pero suelen demorarse en suceder. Se demoran una vida, a veces solo un día, y otros, noventa minutos o menos, que ni nos damos cuenta. A veces también duran lo que dura una ruta alterna en ser cubierta.
No fue un partido común en el trajinar de Solano. No fue la misma receta de siempre hecha por el médico para ser leída al paciente de crema. No fue cualquier palabra la que se debió de leer. No fueron puntos comunes los que se buscaban en el partido, sino tres puntos sustanciales para dar sentido a un campeonato.
En esa receta nadie podía entender como un jugador que hasta ayer no lograba terminar los partidos, pudiera quedarse hasta el final. Nadie podía entender que jugara todo el clásico, pues se esperaba el canje común, el cambio luego de tanto tiempo sin brillo.
No se esperaba el instante de genialidad, repetido dos veces. No se esperaba la ida y vuelta de un jugador. La ruta completa que dura un poco más de noventa minutos en cubrirse.

La “U” volteaba un match de adentro hacia afuera, lo daba vuelta desde el centro de la fiesta que se vivía en la tribuna, lo liberaba con el grito que reemplazaba al canto por un instante completo.
Universitario triunfaba en dos párrafos. Era suficiente. Solano no había escrito ninguna letra o palabra en el primer tiempo que fuera de vital importancia. Porque ese pase de huacha a Labarthe tenía los signos de otro idioma, de otra lengua que el delantero no podía entender. Ñol se tenía que reinventar, y hacer la simple para un cuadro que le cuesta entender las frases geniales. Un cuadro que le cuesta comprender su propio idioma.
Solano tenía que dejar las palabras, para poner los puntos que todos los idiomas utilizan, esos puntos finales que sirven de tanto para encapsular un instante; por ejemplo, un instante de noventa minutos.

Y entonces hizo lo que se le pedía. Acabar los párrafos, terminarlos con dos tiros excepcionales. Nunca dos pelotas en el Monumental se parecieron tanto a dos puntos de tinta. Nunca dos puntos acabaron con la discusión en la torre de Babilonia. Nunca la “U” y alianza concordaron en tanto, concordaron en que esas dos pelotas eran el final.

La pelota detenida a un costado para un mundo que continúa girando, esa es la responsabilidad de los ejecutores de tiro libre. La atención fija a un mundo que está en movimiento. Solano no falló en esa responsabilidad. Juntó al inerte con el vivo y le dio más vida a ambos. Juntó en esa área solo suya, a dos figuras casi redondas: a una pelota y a una cabeza, y las hizo llegar adonde debían de llegar.
Universitario de Deportes daba vuelta a un marcador y a una frustración con dos pelotas centradas desde la experiencia y ya no desde la vejez, tal como habían destacado los diarios en semanas y meses pasados. La “U” no trajo a ningún salvador o villano, trajo a alguien que te lee los partidos de corrido y puede ponerte las cosas en su sitio; es decir, colocarte los puntos finales.

Solano es el titular que se vende en la primera página de un diario de 50 céntimos. El tipo de crónica que implica crisis y redención. El tipo de noticia que redime al jugador y también al periodista. Ya sea cuando al jugador se le hace difícil acabar un match o cuando aquel mismo concluye la función con genialidades como las del partido con Inti Gas y deja servido al escritor para que no ponga mucho y solo adjunte como ahora, una pequeñez a la historia y después de eso claro, el punto final.

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sábado, 17 de diciembre de 2011

La luna en la tierra

Se sabe muy poco de la luna aquí en la tierra. Retazos. Se sabe que el hombre llegó allí hace cuarenta años y que se olvidó con el tiempo de hablar de ello. Como una conquista, que aunque difícil anhelo, se tornó en algo común y fácil una vez que el hombre puso sus manos en ella, sus pies sobre ella.
Se sabe muy poco de la luna aquí en la tierra. Vistazos. Se sabe que el sábado pasado toda una hinchada caminó sobre ella, recorriendo su lado oculto, navegando en sus mares sin mares, zambulléndose debajo de su ciencia para tocar y también para mancharse con su polvo lunar.

Lo que fue hace miles de años, anhelo, y hace solo cuarenta, una aventura de pocos, de muy pocos, de tres hombres entre muy pocos, se convirtió en paso obligado para una nación que se prodigó y se nutrió en sus campos desiertos de comida, mas no de alimento.
El sábado se pudo sobrevivir sin aire, se pudo vivir sin aquel en el momento de caminar sobre las fases de la luna. El balón que pateó Solano en dos oportunidades fue luna nueva, menguante, creciente y llena. La pelota que introdujo en el área enemiga como una oblea, como una ostia para un nuevo evangelio, permitió a miles en la cancha caminar sin oxígeno y sin gravedad sobre la superficie de algo nuevo.
Hace cuarenta años el hombre llegó a la luna, el sábado pasado, miles en una cancha vivieron en la luna y fueron felices teniendo verdadera conciencia de ello.
El sábado la luna sufrió cambios, dejó las vestimentas de siempre…la fotografía vieja, la superficie de plata, el blanco con negro y empezó a tener más colores. Por primera vez, el ojo humano la vio de manera distinta, la sintió orbitando con una nueva paleta, en una nueva tela.

“…La hinchada apretada en las graderías hasta el punto de ser átomos de un mismo cuerpo, hasta el punto de pasar del estado gaseoso al líquido y luego al sólido, hasta el punto de estar sanos y luego ebrios y luego sanos otra vez. Los átomos unidos no en un punto, sino en un abrazo. La física de los cuerpos que traspasaron las mismas leyes de la física para ser más cuerpos, para estar aquí y allá. Para estar celebrando en dos estadios de la vida. Para cantar en el Monumental y caminar sobre la luna. Recorrerla con los ojos abiertos y cerrados. La hinchada que había cantado y creído durante todo el partido y que ya no podía creer tanta felicidad junta, como si toda ella fuera barata, gratis. Dispuesta a ser llevada en sacos. La felicidad en sacos de cincuenta kilos y un hincha dispuesto a herniarse la espalda cargando miles de ellos. Solo para que se cayeran en las graderías y el cayera también con ellos, en esa avalancha inmensa que bajaba desde la tribuna y luego subía como la marea del mar del norte. En ese momento del coma vertical que ascendía y ascendía hasta tocar a la luna como si fuera una campana del juego de martillo, hasta tocar al único satélite dispuesto a soportar la felicidad de ser tan humanos y ser tan hinchas de su humanidad, la “U” entendía a su gente y la sentía. En esos dos momentos (en ese gran momento), el significado de ser locales daba una vez más para encender un cigarro luego del amor, daba para encenderlo aunque no lo fumaras y no fumaras, daba para encenderlo y dejarlo donde quisieras, pues una gran faena se había cumplido en el campo de juego…”

Todos habían contribuido para llegar a la luna, pero esta vez no solo fueron tres en órbita y cientos de teóricos en la tierra. Esta vez fueron miles de locos que llegaron al Monumental para caminar sobre la luna, sobre sus fases, para sentir esa sensación de ser libres y descubrir lo que hasta hace cuarenta años era privilegio de pocos, de muy pocos. Este sábado gracias a un club de fútbol, miles vivieron esa experiencia y la agradecerán por siempre.


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viernes, 16 de diciembre de 2011

El infinito

La “U” es un estado permanente. Un siempre estar. Un estado permanente que no requiere sólo de un momento o dos para ser atendido y controlado. Es por eso que no es una obsesión o una adicción.
En mi caso el amor que le tuve y tengo nunca fue aumentando como una dependencia en el tiempo. Ese amor siempre se mantuvo inalterable. Siempre infinito. Siempre ocupando el mismo volumen, inundando las mismas dimensiones y jugando con otros espacios en el patio de atrás.
El fervor de esas cuatro dimensiones o de cualquier otra no ha cambiado, sólo ha variado el orden de nombrarlas. Ya no escribo en esos cuadernos y libros el Y Dale “U” de niño, pero se me ocurrió hacer una o dos banderas a su debido tiempo; cuando el amor me lo pidió.
A veces pequé de egoísta cuando falté al trabajo o al estudio para ir a ver a la crema. Claro, siempre pensando en mí. Siempre siendo yo el que le hacía caso a esa permanente fiebre sin pasar la voz a los médicos y demás.
Sí, he pecado por seguirte. Y con violencia, lo confieso. Pero también acabé alguna vez en darle para la entrada a aquel desconocido que estando al frente de las puertas, solo necesitaba del empujón grosero de otro hincha como él.
Ya no te lloró como antes y ya no duermo sobre ese llanto de niño y adolescente. Hoy me quedo despierto toda una noche cuando pierdes. Y ya nunca más duermo.
¿Alguien quiere medir aquellas dos fuerzas?, ¿saber si sufro más o menos?, no lo sabrán, pues el infinito carece de medidas; pero sé y ustedes también, que este se mantiene inalterable en el tiempo cuando el sentimiento es verdadero. Y así sin lágrimas te digo que te quiero. Nunca pienses menos de mí por ese detalle. Piensa sólo en esta sonrisa cuando te digo que te quiero. Piensa en esta sonrisa inalterable.


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domingo, 30 de octubre de 2011

El Traidor

Tal vez las grandes historias son eso. Y necesitan de eso. Requieren de tener un héroe y un villano. O de tener varios de aquellos. De tener también un traidor.
Sabemos entonces que las grandes historias no solo se conforman con reunir grandes cantidades de sacrificio y de heroísmo entre sus protagonistas, sino que también en sus sombras, debe morar el cobarde que se junte y arrejunte sin que tengamos verdadera noción de ello, hasta ya ser muy tarde.
Tal vez por cada Bolognesi existe un Agustín Belaúnde. Por cada Leónidas existe un Efialtes. Por cada Mario de las Casas o Rafael Quirós existe un Julio Pacheco.

Tal vez se necesita de solo un cobarde y traidor para arruinar el esfuerzo de cientos y de miles.
Es más fácil destruir que construir. Pero hacerlo hasta los cimientos, llevar a cabo un trabajo de hormiga, de terca hormiga, derrumbar una grandiosa historia necesita de un tiempo precioso e imposible, como también de mucho talento y suerte.
Un período de tiempo que no le ha de alcanzar a Julio Pacheco, eso claro, si es que hacemos algo y no permitimos que le alcance.

En el Cusco, el traidor abandona a su suerte a los más jóvenes entre los jóvenes, a la última línea y se les obliga a ser la retaguardia que defienda a toda una nación.
Roncesvalles, Termópilas y Corpahuaico se encuentran entre la historia y la leyenda. El partido de hoy, en su justa medida, también debería estar allí. Entre esa rara frontera que engrandece al hombre bueno y convierte en más malo al traidor. En nuestro peor enemigo.
No bastaba con humillar a sus jugadores y dejarles sin paga. Había también que apostar irresponsablemente con aquello que no se puede transformar en moneda y que se llama orgullo. Al traidor no le bastaba con dilapidar nuestra economía, sino que había que intentar manchar nuestra camiseta. Tal vez intentar que los jóvenes cansados por el trajín se abandonaran y rindieran nuestro emblema. Tal vez apostar que su inexperiencia les hiciera cometer un autogol dentro de sus cabezas. Todo eso deseaba el pequeño traidor.

Es así, que hoy entre la 24 de Junio, Huayruru Pata y la Ramón Castilla se presenta a jugar dos veces seguidas un mismo equipo. Es así, que hoy a más de tres mil metros sobre el nivel del mar, un grupo de jugadores comete la “irresponsabilidad” de batallar por tres horas en una altitud que no es la suya, pero a una altura, talla y nivel que no se han visto por aquí. Claro que pierden. Aquí no contamos fábulas, ni mentiras. Aquí, en este lado del mundo, no suceden los milagros. Solo existen y subsisten el heroísmo, la bonhomía y la dignidad. Hay hombría de sobra en los muchachos de la “U”. Humanidad señores. Esto es humanidad.
No hay camisetas manchadas en el Cusco. Ninguna de ellas se hace expulsar o reniega de su historia fingiendo una lesión. Ni una sola abandona al resto. Ni una sola.

Son los de afuera los que nos traicionan. Son el Presidente y su círculo los que buscan con su incapacidad manifiesta y manifiesta imbecilidad, devorar lo que aún queda de bueno entre nosotros. Se han aprendido un discurso, se lo saben de memoria. Y lo repiten. Claro que lo repiten. ¡Y cómo lo repiten! Pero no se lo aprenden. No.

Pues intentar memorizar a Universitario de Deportes, porque ya no se le entiende y porque tal vez nunca de verás se le entendió o se le sintió, lleva a cometer esos errores de juicio. Pacheco se equivocó con respecto a la “U”, se equivocó con respecto a los más jóvenes, siempre lo hizo.
Hoy el equipo de reserva de la “U”, esos jóvenes, esos cuantos y grandiosos jóvenes que también conforman Universitario de Deportes, le dieron una lección. La primera de todas ellas, la que es imposible olvidar si de veras eres hincha de esta camiseta. La “U” no arría bandera y no se entrega, Sr. Pacheco. Podemos caer goleados, pero siempre lo haremos de pie. De pie.
De pie entonces, para defender a nuestra camiseta y para defenderla de los corruptos y de los personajes que la ensucian. No dejemos que los traidores ganen en esta historia; que es complicada, que es difícil, pero que sobre todo, es una grandiosa y hermosa historia. Y DALE “U”.


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viernes, 21 de octubre de 2011

El Rugido

Hay narraciones que tal como empiezan, terminan. El verdadero giro de sus historias se encuentra a la mitad de las mismas. A partir de ese nudo, las aguas tienden a la calma hasta llegar a ella, en sus orillas contrarias.
También existen crónicas que se dan con un corito y con un silencio. El corito es el gol que llega, y el silencio, el tanto que pudo ser del contrario.
Como todos, me gustan los partidos que se empiezan ganando. Y entre ellos, me agradan más los que se buscan ganar desde el saque.

Pero también me fascinan aquellos choques donde luego de ir perdiéndolos, se los llega a recuperar y empatar. Porque sé lo difícil que es igualar con alguien. Lo dificultoso de equilibrar con matemáticas puras y duras, el número del contrario.
¿Qué hizo la “U” para lograr el empate? Hizo lo distinto y lo de siempre. Y no me contradigo con ello. Universitario después de intentarlo todo sin resultado, tuvo que recurrir a lo único que no había mostrado hasta allí, y lo tuvo que llevar hacia adelante como si fuera un arma secreta. Pero bien sabíamos todos de qué se trataba. Y bien sabíamos el efecto que tendría nuestra bomba de neutrones sobre el contrario y sobre nosotros…bien conocíamos el efecto de la garra.
Aquella garra que te inserta de la nada en una historia que no leías, ni escribías. Que no entendías aún. Aquella garra que parece también detener el tiempo, hacerlo cada vez más lento hasta poder conseguir el objetivo.

Universitario era lento y torpe en su discurrir. Iba tropezando aquí y allá con los contrarios; y cuando intentaba ir al choque, más bien se quedaba en el aire, sin nada.
La “U” en el primer tiempo, era una de esas historias de las que nadie quisiera hacerse cargo, pero que al final te terminas haciendo cargo. Y lo haces sin discutir y con gusto. Los que fuimos al estadio hoy, lo hicimos con gusto.
A pesar del mal partido y del gol al finalizar el primer tiempo. A pesar del pésimo accionar de Mendoza y Galliquio en la zaga. A pesar y con pesar también, de las lesiones de Fano y Torres, lo hicimos con gusto y no con resignación.
Es que sabíamos que cuando la “U” quiere, puede. Y cuando no puede, trae entonces a la garra y plantea un partido totalmente distinto.
Arranca una hoja del libro y desafía al contrario para que escriban sobre ella. Vértigo y equilibrio sobre sus delgados bordes. Vértigo y equilibrio avanzando sobre la palabra que estaba mal escrita y que se empieza a borrar con cada nuevo jugador que se lanza sobre el balón.

Los futbolistas se pierden y vencen con cada nueva disputa que se da. Universitario de Deportes no encuentra un camino claro y avanza porque siente la bulla que le indica hacia adónde ir.
No son solo once jugadores los de la “U”; está vez son muchos más.
Cuando no existe claridad y se juega a oscuras, se juega entonces también con otros sentidos. Los sentidos que te los da la gente, está gente hermosa que viene hasta aquí, hasta el corazón del jugador, para cantarle. No canta al oído del futbolista como si le cantara o contara un secreto. Le canta al corazón. Tal bulla y ruido le canta al corazón. Tal vibración solo le es posible de distinguir al núcleo más básico del hombre. Y entonces el hombre responde. Y avanza.

Es en uno de esos avances que las líneas se cruzan y se crea la luz. Como si se progresara a lo lejos, allá por el extremo, por el ande, y se fueran iluminando pueblos en las alturas.
Estoy seguro que ese gol en el minuto 84, lo gritaron hombres y mujeres de nuestra serranía más lejana, que no vieron el tanto, sino que lo escucharon en la radio, y escucharon antes de ello, el rugir de la gente. Y ese rugir bendito que no era dirigido a los oídos, sino al corazón de las personas. A infundirles temor o a llenarlos de valentía. Hoy llenó de valentía a los jugadores de la “U”. Hasta el tope y hasta hacerlos rebalsar.

Los penales pasaron a ser el premio, o también la revancha de una hinchada y un equipo, por lo que ocurrió en la Libertadores del año pasado.
Al igual que aquella vez, se fallaron penales; y a diferencia de ese mismo partido, se ganó el pase a la siguiente ronda.
La “U” a la siguiente fase, gracias a los jugadores, gracias a esos huesos de blanco y crema que hoy fungieron de palos en el arco de sur y gracias sobre todo a esta gente. A esta hermosa hinchada que cuando quiere, puede. Y cuando no puede, recurre a la garra y deja de hablarle al oído, para empezar a rugirle al corazón.


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martes, 23 de agosto de 2011

Ser la "U" siempre

Hay rumores y secretos. Murmullos que se convierten en gritos. También hay cosas que se saben, que se dan por hechas todavía.
En el estadio existía el rumor de que los tres puntos contra Unión Comercio se recuperarían; el secreto de que el futuro de Ruidíaz se iría a definir en la semana; los murmullos de que tal vez Morel se esté empilando; los gritos para decirles a los que están más arriba, que allí vamos, que nos esperen, que con nosotros nunca nada está dicho.
Y existen las cosas que se saben, que se dan por hechas todavía. Nunca nadie dudó de que lo voltearíamos. Que lo haríamos de a pocos, tal vez en el segundo tiempo y posiblemente con algo de separación entre los goles. Pero que finalmente lo lograríamos.

El entrenador de la “U”, volvía al esquema ofensivo (con algunas variaciones) que a veces le da resultado y otras tantas veces, lo convierte con justa razón en el blanco de las críticas.
Nadie duda de su intención por ganar los partidos y de lo generoso de su propuesta en la segunda rueda. Lástima de que la soberbia lo haya cegado durante la primera parte del año para hacer los cambios necesarios.
El problema hasta el momento es su incapacidad para darle una lectura adecuada a los partidos. Pone buenas formaciones en el campo, pero le es casi imposible armar sobre la marcha, la respuesta a la propuesta contraria.
Ayer hubo una mejoría en cuanto a ello. Un acierto en poner a García en lugar de Morel, cuando aquel ya había dado todo lo que tenía por dar.

Los goles de Ruidíaz y de Fano llegaron en el segundo tiempo, cuando estábamos volcados en campo contrario. Cuando lo arriesgábamos todo porque ya no quedaba nada por regalar en el campeonato. Golpeando y contragolpeando, así llegaron ambos tantos. Siempre atacando.
No se pudo ganar por un marcador más amplio por el rival que teníamos al frente, que a pesar de ser un equipo de mitad de tabla, luce con mayor consistencia que el común de los equipos peruanos.
Y no pudimos hacerlo también, porque no existen los circuitos entre los jugadores creativos, la comunicación necesaria entre mediocampo y ataque. Esa es entera responsabilidad del entrenador, que intenta hoy lidiar con sus errores del pasado.

Lo que importa ahora es sumar sobre lo ya ganado. Conseguir los resultados jugando ofensivamente, porque tenemos que ir a buscar los partidos. No queda otra. Tenemos el mejor equipo del campeonato. Conseguir el mismo, sería solo construir sobre la lógica. No pidamos menos entonces. A pesar de los pésimos dirigentes y del mismo entrenador. No pidamos menos.

¿Nos alcanzará el esfuerzo final?...tal vez. Pero hay cosas que se saben desde ya. Por ejemplo se sabe que a los de arriba los vamos a asustar, que los haremos sudar y descomponerse, que los enfermaremos del estómago.
¡Cuánto van a sufrir!, según pasen las semanas y nos vean cada vez más cerca; ya casi allí. Van a voltear enfermos y dirán de la boca para fuera, que quieren una final con nosotros. Muy íntimamente querrán morirse, no podrán dormir, y si de “cazuela” logran hacerlo, sufrirán entonces de pesadillas.
Porque si nos vemos las caras en la final, ya saben como es, ellos lo saben y nosotros también lo sabemos. Esperemos que nos alcance entonces. Que nos alcancen los once triunfos que nos quedan por delante. Once triunfos, nada menos. Porque somos la “U” y exigimos ser la “U” siempre.


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domingo, 31 de julio de 2011

La plaga que nunca se iba

Es un año de mala cosecha. Debemos aceptarlo desde ya. La “U” no debe tirar el grano, pero tampoco necesita arrastrar más allá de sus posibilidades la situación que lo sofoca.
En Chiclayo nos hacen recordar una vez más lo mal que vamos y lo mal que nos ven los demás. Ya no existe el respeto y menos el resquemor por un equipo como el de Universitario de Deportes. Nos atacan durante todo el partido y cuando no lo hacen, nos van toreando de un lado a otro con la pelota.
Poner de excusas al viento o a la mala suerte, sería de necios ante lo poco que se hizo en el transcurso del encuentro. El primer tiempo fue para ellos y el segundo también. Nuestro momento tal vez ocurrió en algún otro lugar, porque en Chiclayo no llegó un equipo que quisiera ser campeón o quisiera de verás la victoria.
Mientras los contrarios nos presentaban un equipo, nosotros  hilvanábamos una jugada y otra jugada más entre dos. Nadie más se unía al concierto, el que se atrevía a hacerlo, desafinaba.
La iniciativa estuvo siempre del lado del rival. La respuesta se repartió en nuestras manos y a veces ni eso. La “U” luchó por separado y perdió en cada una de esas oportunidades que tuvo para unirse y no pudo hacerlo.
El desorden generalizado y su nula compostura durante noventa minutos nos mostraron la calidad de los que toman las decisiones en el banco y un poco más allá. Por ellos perdimos hoy y es probable que lo sigamos haciendo.

Es así que el mal planteamiento del técnico dentro del campo y la pésima planificación de la dirigencia en las afueras, nos han llevado a esta crisis inmensa que no tiene visos de verse solucionada.
La “U” no es una lágrima simplemente porque no la lloran los dirigentes, ni la sufre el técnico. No es una lágrima, porque la situación cada vez es más oscura que transparente y más alarmante que penosa.
Hay tantas cosas que están erradas, que si nombráramos solo una que anduviera bien, posiblemente nos tildarían de mentirosos y seguramente nosotros no haríamos nada por remediarlo. Sería ir contra lo evidente y en este caso, contra la historia del técnico de Universitario de Deportes.

La historia del técnico de la “U” nos indica que tiene algo parecido al pasaporte noruego,  con el que se dice ha viajado de incógnito por todo el mundo. Con aquel se ha trasladado en medio de mares borrascosos para finalmente descender en puertos y en las dársenas luego de la descarga.
Así ha recalado en capitales, en ciudades que lo fueron y en pueblos que tal vez lleguen a ser algún día ciudades principales. O tal vez no.
Ha estado en el Besiktas de Estambul y en la Constantinopla de Justiniano. Ha pisado cada una de las ciudades de una España ficticia y una España real, donde la muerte roja de un Poe en Delirium Tremens lo habría podido ubicar sin problemas.
Ha estacionado con los Tercios de Flandes en los saqueos de Malinas. Allí ha sido tercio, sexto y último.
Ha vuelto finalmente a una Lima que solo era melancólica del buen fútbol y la ha llevado a otro extremo y a otro deporte totalmente distinto. Y se ha quedado.

Se ha quedado tan a gusto como la geometría perversa de una bacteria; hasta finalmente sentirse satisfecho de tener un apodo y chapa y de contar también con un nombre científico.  
No hay vergüenza en su proceder, pues no hay vergüenza en su llegada a la institución luego de su paso por cristal.
Dicen que las monedas que le tiraron alguna vez desde la tribuna, acusándolo de mercenario, se las metió al bolsillo. Y aunque no estuvieran en circulación, con ellas pagó a algunos y debió a muchos más.
No se va a ir. A él lo deben de botar primero. Podría dejarnos últimos como a la Selección Nacional de Perú y aún tendría ánimos de quedarse.
Y pensar que nuestros antepasados y sus dichos populares nos engañaron todo este tiempo. Las ratas no son las primeras que abandonan el barco, sino que se quedan hasta el final. Al menos así sucede cuando abunda el queso (verde) y la poquita vergüenza.


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jueves, 21 de julio de 2011

El Padre (Noviembre 2008)

La “U” ha dejado de ser una vocal para pasar a ser algo más indescifrable, algo que no se puede pronunciar con facilidad, algo que no se puede leer sin dejar de cometer el error que se busca evitar.
En la parte final del torneo clausura, la “U” es el cuarto oscuro de la casa donde se prepara más de una sorpresa feliz o decepción a quien decida traspasar su confín.
Cualquier palabra que se quiera decir, habrá de sobrar, como aquella migaja de pan que engorda pero no alimenta bien.
Cualquier análisis que se haga, no servirá de mucho en el futuro, Universitario se ha convertido en una fuerza de la naturaleza, en un fenómeno impredecible que mancha el papel en lugar de que se escriba algo en él.
El cuadro crema puede perder sin atenuantes a mitad de semana y llevarse el sábado una victoria en Matute como si no costara nada

Y no le cuesta nada ponerse adelante, apenas a los seis minutos del primer tiempo. Y le sale natural al “vagón” ser más rápido que su marcador y pasarlo como si esta tarde hubiera decidido ser locomotora y ya no acompañamiento. Y le sale gratis dejarla lejos del arquero y dentro del arco.
Dos condiciones que normalmente no estaban ocurriendo, ocurren en Matute. Ocurren con un tren de costa, de llano, que despacha su carga muy temprano de norte a sur y de sur a norte. Ocurren con un tren puntual que deja su carga en la canastilla y que luego hace de la celebración una fiesta primero con la tribuna y luego con Dios.

Héctor Hurtado parece ser una de aquellas personas que te lo perdonan todo. Que te perdonan cualquier indiscreción o violencia, que te perdonan aún, uno que otro gol. Pero hoy sábado a diferencia de otros días domingo, no perdona el 1-0 y el 2-0, no perdona los errores del rival, esta vez en lugar de ser el cristiano bondadoso es el juez que traduce en su libro lo que ocurre en la cancha y en la tribuna.
La “U” vuelve a Matute, como el padre a su casa luego de una larga jornada, vuelve para sentarse en la mesa y ser alimentado, vuelve para servirse de la despensa y llenarla a su vez con goles.
La “U” conoce esta cancha muy bien y gana en ella cuando quiere, gana desde los años 70 cuando nunca le puso un pero, una coma o un reclamo para venir aquí, gana cuando su gente es la que canta más, gana cuando las puertas se abren tarde para la popular y la fila hacia ella es única, la “U” gana en Matute porque su equipo y su hinchada son mejores y son mejores sobre todo en esta cancha, con comparaciones o sin ellas.

Se espera que ese ser mejores en el muladar, sea ser mejores en el Monumental. La confusión de otros partidos no necesita ser repetida, la “U” recupera su D.N.I y algo más en la cancha, la “U” recupera su identidad en Matute. El equipo de Universitario puede a partir de hoy, decir su nombre sin dudar.
La “U” puede a partir de este momento dirigirse al siguiente partido con la confianza de saber adonde se va, con la confianza de saber que camino a la sierra no te topas con ningún océano de aguas, ni de dudas. La “U” depende ahora de si misma para empezar a significar algo de nuevo, para empezar a resistir el análisis, un segundo partido como el realizado en Matute ayudaría mucho en ello.


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