viernes, 21 de octubre de 2011

El Rugido

Hay narraciones que tal como empiezan, terminan. El verdadero giro de sus historias se encuentra a la mitad de las mismas. A partir de ese nudo, las aguas tienden a la calma hasta llegar a ella, en sus orillas contrarias.
También existen crónicas que se dan con un corito y con un silencio. El corito es el gol que llega, y el silencio, el tanto que pudo ser del contrario.
Como todos, me gustan los partidos que se empiezan ganando. Y entre ellos, me agradan más los que se buscan ganar desde el saque.

Pero también me fascinan aquellos choques donde luego de ir perdiéndolos, se los llega a recuperar y empatar. Porque sé lo difícil que es igualar con alguien. Lo dificultoso de equilibrar con matemáticas puras y duras, el número del contrario.
¿Qué hizo la “U” para lograr el empate? Hizo lo distinto y lo de siempre. Y no me contradigo con ello. Universitario después de intentarlo todo sin resultado, tuvo que recurrir a lo único que no había mostrado hasta allí, y lo tuvo que llevar hacia adelante como si fuera un arma secreta. Pero bien sabíamos todos de qué se trataba. Y bien sabíamos el efecto que tendría nuestra bomba de neutrones sobre el contrario y sobre nosotros…bien conocíamos el efecto de la garra.
Aquella garra que te inserta de la nada en una historia que no leías, ni escribías. Que no entendías aún. Aquella garra que parece también detener el tiempo, hacerlo cada vez más lento hasta poder conseguir el objetivo.

Universitario era lento y torpe en su discurrir. Iba tropezando aquí y allá con los contrarios; y cuando intentaba ir al choque, más bien se quedaba en el aire, sin nada.
La “U” en el primer tiempo, era una de esas historias de las que nadie quisiera hacerse cargo, pero que al final te terminas haciendo cargo. Y lo haces sin discutir y con gusto. Los que fuimos al estadio hoy, lo hicimos con gusto.
A pesar del mal partido y del gol al finalizar el primer tiempo. A pesar del pésimo accionar de Mendoza y Galliquio en la zaga. A pesar y con pesar también, de las lesiones de Fano y Torres, lo hicimos con gusto y no con resignación.
Es que sabíamos que cuando la “U” quiere, puede. Y cuando no puede, trae entonces a la garra y plantea un partido totalmente distinto.
Arranca una hoja del libro y desafía al contrario para que escriban sobre ella. Vértigo y equilibrio sobre sus delgados bordes. Vértigo y equilibrio avanzando sobre la palabra que estaba mal escrita y que se empieza a borrar con cada nuevo jugador que se lanza sobre el balón.

Los futbolistas se pierden y vencen con cada nueva disputa que se da. Universitario de Deportes no encuentra un camino claro y avanza porque siente la bulla que le indica hacia adónde ir.
No son solo once jugadores los de la “U”; está vez son muchos más.
Cuando no existe claridad y se juega a oscuras, se juega entonces también con otros sentidos. Los sentidos que te los da la gente, está gente hermosa que viene hasta aquí, hasta el corazón del jugador, para cantarle. No canta al oído del futbolista como si le cantara o contara un secreto. Le canta al corazón. Tal bulla y ruido le canta al corazón. Tal vibración solo le es posible de distinguir al núcleo más básico del hombre. Y entonces el hombre responde. Y avanza.

Es en uno de esos avances que las líneas se cruzan y se crea la luz. Como si se progresara a lo lejos, allá por el extremo, por el ande, y se fueran iluminando pueblos en las alturas.
Estoy seguro que ese gol en el minuto 84, lo gritaron hombres y mujeres de nuestra serranía más lejana, que no vieron el tanto, sino que lo escucharon en la radio, y escucharon antes de ello, el rugir de la gente. Y ese rugir bendito que no era dirigido a los oídos, sino al corazón de las personas. A infundirles temor o a llenarlos de valentía. Hoy llenó de valentía a los jugadores de la “U”. Hasta el tope y hasta hacerlos rebalsar.

Los penales pasaron a ser el premio, o también la revancha de una hinchada y un equipo, por lo que ocurrió en la Libertadores del año pasado.
Al igual que aquella vez, se fallaron penales; y a diferencia de ese mismo partido, se ganó el pase a la siguiente ronda.
La “U” a la siguiente fase, gracias a los jugadores, gracias a esos huesos de blanco y crema que hoy fungieron de palos en el arco de sur y gracias sobre todo a esta gente. A esta hermosa hinchada que cuando quiere, puede. Y cuando no puede, recurre a la garra y deja de hablarle al oído, para empezar a rugirle al corazón.


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