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jueves, 21 de julio de 2011

El Padre (Noviembre 2008)

La “U” ha dejado de ser una vocal para pasar a ser algo más indescifrable, algo que no se puede pronunciar con facilidad, algo que no se puede leer sin dejar de cometer el error que se busca evitar.
En la parte final del torneo clausura, la “U” es el cuarto oscuro de la casa donde se prepara más de una sorpresa feliz o decepción a quien decida traspasar su confín.
Cualquier palabra que se quiera decir, habrá de sobrar, como aquella migaja de pan que engorda pero no alimenta bien.
Cualquier análisis que se haga, no servirá de mucho en el futuro, Universitario se ha convertido en una fuerza de la naturaleza, en un fenómeno impredecible que mancha el papel en lugar de que se escriba algo en él.
El cuadro crema puede perder sin atenuantes a mitad de semana y llevarse el sábado una victoria en Matute como si no costara nada

Y no le cuesta nada ponerse adelante, apenas a los seis minutos del primer tiempo. Y le sale natural al “vagón” ser más rápido que su marcador y pasarlo como si esta tarde hubiera decidido ser locomotora y ya no acompañamiento. Y le sale gratis dejarla lejos del arquero y dentro del arco.
Dos condiciones que normalmente no estaban ocurriendo, ocurren en Matute. Ocurren con un tren de costa, de llano, que despacha su carga muy temprano de norte a sur y de sur a norte. Ocurren con un tren puntual que deja su carga en la canastilla y que luego hace de la celebración una fiesta primero con la tribuna y luego con Dios.

Héctor Hurtado parece ser una de aquellas personas que te lo perdonan todo. Que te perdonan cualquier indiscreción o violencia, que te perdonan aún, uno que otro gol. Pero hoy sábado a diferencia de otros días domingo, no perdona el 1-0 y el 2-0, no perdona los errores del rival, esta vez en lugar de ser el cristiano bondadoso es el juez que traduce en su libro lo que ocurre en la cancha y en la tribuna.
La “U” vuelve a Matute, como el padre a su casa luego de una larga jornada, vuelve para sentarse en la mesa y ser alimentado, vuelve para servirse de la despensa y llenarla a su vez con goles.
La “U” conoce esta cancha muy bien y gana en ella cuando quiere, gana desde los años 70 cuando nunca le puso un pero, una coma o un reclamo para venir aquí, gana cuando su gente es la que canta más, gana cuando las puertas se abren tarde para la popular y la fila hacia ella es única, la “U” gana en Matute porque su equipo y su hinchada son mejores y son mejores sobre todo en esta cancha, con comparaciones o sin ellas.

Se espera que ese ser mejores en el muladar, sea ser mejores en el Monumental. La confusión de otros partidos no necesita ser repetida, la “U” recupera su D.N.I y algo más en la cancha, la “U” recupera su identidad en Matute. El equipo de Universitario puede a partir de hoy, decir su nombre sin dudar.
La “U” puede a partir de este momento dirigirse al siguiente partido con la confianza de saber adonde se va, con la confianza de saber que camino a la sierra no te topas con ningún océano de aguas, ni de dudas. La “U” depende ahora de si misma para empezar a significar algo de nuevo, para empezar a resistir el análisis, un segundo partido como el realizado en Matute ayudaría mucho en ello.


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Una confesión (Noviembre 2008)

Nunca podría ser un cura. Nunca podría escuchar una confesión completa. No tengo el estómago para asimilar el dolor de quien lo cuenta todo, de quien cuenta sus pecados tras la cortina, tras la rejilla de madera, aquella rejilla en la radio de transistores.
Nunca podría ser un cura. Y sin embargo escucho y asisto a esta confesión de noventa minutos en la radio de la casa. Escucho el 2-1 completito, con migajas y todo. Escucho el pecado, el arrepentimiento, y la oración que se suponen salvarán al pecador. Pero yo no puedo ya descansar, no puedo cerrar los ojos y abstraerme de lo que he escuchado.

Esta noche es un feo secreto, una fea confesión. Bolognesi se adelanta a cortar la luz en nuestra casa, se adelanta a cortar los circuitos que comunican a nuestros laterales con la volante y la delantera. Allí ponen a dos de sus hombres a crear interferencia e intentar un apagón. Así se hace más fácil una confesión, en plena oscuridad. Así se hace más fácil que nos ataquen y nos metan el primer gol.
Y llega, con los narradores celebrándolo como si de su grito dependiera sólo la felicidad y no la tristeza, como si con aquel grito no supieran aún lo que pueden ocasionar o marchitar, como si aún no supieran bien cual es su trabajo.

El gol de Bolognesi a pesar de ser sorpresivo, es gritado por el narrador no de manera sorpresiva, sino esperada. Es gritado para ahuyentar y atraer, pero yo lo escucho como una fea confesión. Como una fea confesión, porque la casa está sola y oscura, porque una sola radio vieja es la que me comunica con el mundo esta noche.
De aquí el desanimo, la poca paz; pero es la “U” la que juega y la que intenta por intermedio de jugadas aisladas, el empate.
Y es la “U” la que se aviva de parecer tan muerta, la que se acerca de parecer tan lejana…y el gol llega por intermedio de Neyra…1-1, la radio puede fallar, pero no el grito del tanto en el narrador, que esta vez es afectado, estudiado y falso; alguien quiere provocar la tristeza y si tiene los medios la ha de provocar sin duda.

Llega el descanso y también el hambre, que es distraída por unos cuantos panes. Se inicia el segundo tiempo y otra vez el hambre, que es distraída por unas cuantas jugadas de peligro. De allí, nada más.
Pareciera que jugarse el descenso diera un plus sobre jugarse el campeonato. Pareciera que el miedo a segunda nos empujara más fuerte, nos hiciera reaccionar más pronto que el deseo por jugar el play-off del título. Así parece y así siempre ha sido en el Perú.
Bolognesi en una rápida combinación nos anota el segundo y cierra el telón. Alguien grita el gol en una estación de radio, no es necesario ni siquiera que esté en el estadio, que esté en el confesionario; no, no es necesario. Sólo debe de sonar feliz, en lugar de afectado. Sólo debe de gritarlo de manera prolongada, una vez más.

Es sábado en la noche y continuamos haciendo cuentas para poder quedar entre los siete, cuentas para poder rezar un rosario. El partido ha terminado y el sábado también lo hará, alguien dejará de gritar el gol en contra nuestra y se terminará la confesión. No importa si el pecado lo cometió el equipo o el entrenador, es la confesión la que debe de terminar. Debe de terminar, porque existen seis finales y la “U” necesita recobrar la fe, la fe no en el arrepentimiento, sino en el mirar para adelante.
Hay que darlo todo, sea poco o mucho. Darlo todo, porque nunca habrá arrepentimiento o confesión en ello, nunca.


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