jueves, 17 de marzo de 2011

Viejas historias arequipeñas...2 de mayo del 2009

Un 0-0 que no dice mucho. Que no continúa, ni corta nada de raíz. Que sólo está.
Un 0-0 que es cualquier empate, en cualquier partido. Una nulidad, una doble nulidad.
La “U” y melgar parecen odiarse. Sacan los tanques a la calle, hacen el desfile, pero no van a la guerra. Quieren ambos ganar el partido, celebrar en la cara de los contrarios, pero están más contentos cuidando la munición sin utilizar.
Ambos equipos prevén y prevén. Desenrollan sus mapas y planes para ponerlos de manteles y no ensuciarse. Así cubren el campo de juego y todo posible camino de gol. Así exageran en el juego lento y sin explosión.

Después de algún tiempo la “U” llega a Arequipa y asiste al estadio de la Unsa con la responsabilidad de enderezar el rumbo. Un rumbo por enderezar en la penumbra. La plena conciencia en la plena oscuridad.
Es de noche y para acercarnos desde la otra ribera, deberemos cruzar parte si y parte no del cercado de la ciudad. La gente que recién sale de sus trabajos se va uniendo con los que llegan a la calle mercaderes, todos nosotros con distinta dirección parecemos brotar como un flujo de lava hacia nuestros destinos, unos volverán a casa y otros como los que nos dirigimos al estadio, también iremos al hogar…al estadio de fútbol.
Cruzamos el puentecillo sobre la torrentera para acceder a las afueras del estadio y sus controles, también la pequeña subida que une las explanadas de occidente y norte que es necesaria a la hora de hacer la cola que nos lleva al último control y a la última entrada…por fin en Norte y por fin en el sur.

Las banderas colgadas y levantadas por los hinchas empiezan el ritual del estadio. Aquel ritual cuando son estiradas hasta la longitud en que significan algo. Hasta que muestran todos sus colores y es posible leerlas sin que falte una letra. No hay trapos arrugados o escondidos en la tribuna norte, aquí se muestran banderas. Banderas más viejas que muchos de los chicos que juegan tras ellas. El fútbol reúne una legión completa en la ciudad y el mismo fútbol convierte esa misma legión en bárbaros cuando asoma la primera camiseta crema. El balompié transforma conjuntos. Crea la memoria colectiva, el hilo conductor que los separa y une.
No hay capital y provincias, no hay Arequipa sola cuando se habla de sentimiento. Cuando se habla de Norte. Todo es territorio agreste, pero continuo, pero nuestro. La “U” ya estaba en la ciudad desde siempre, eso queda claro, pero hoy, en este momento, sientes claramente las pisadas de la crema sobre el campo de juego.

La “U” y melgar juegan a medias en lugar de la batalla que se esperaba horas antes. Ambos equipos parecen odiarse, pero sólo hasta la víspera. Los rojinegros como tantos otros durante el campeonato, han intentado sacar provecho de la recargada agenda de partidos de Universitario. Intentaron y lograron imponer un horario de sábado en lugar de un partido de domingo. Un gesto inamistoso, una declaración de guerra en toda regla.
Una declaración que queda en nada al momento del partido, dado el poco vértigo y ganas que le imprimen ambos equipos.
La “U” parece querer olvidar la copa y todo lo que tenga que ver con ella, quiere olvidar el fútbol de paso. Melgar mientras tanto nunca estuvo preparado para oponerse a un rival disminuido en lo físico y mental. Un 0-0 sin muertos y con un gran herido: Galván.

Los noventa terminan y lo que se resume en ellos es el mal juego de ambos conjuntos y el lamentable estado de la cancha de la Unsa. Un campo de juego que no está a la altura del estadio que lo cobija. Un gran hatajo de hierbas que insulta el verdor de la campiña arequipeña.
Por lo demás, siempre es grato volver a este estadio tan desaprovechado por los equipos de la urbe. La “U” más que melgar recupera la estructura para la ciudad, le da la vida a las tribunas, la vida que faltó el sábado sobre el campo de juego. Universitario llega a la ciudad y pinta al elefante de otro color, le da siempre una mejor pasada.


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