miércoles, 16 de marzo de 2011

Viejas historias arequipeñas...Clausura 2008: "U" 2 Melgar 1

La sequía termina

Son las 11 am y es algo cotidiano que la sequía empiece a esta hora, que se muestre, que se desnude en medio de la gente.
Son las 11 am y es algo natural que el fértil valle arequipeño parezca el cuenco sobre el fuego, y que el hilo del río lejano, siempre lejano, parezca más que agua. No es extraño pensar entonces, en aquel hilo que borbotea, como el aceite que terminará por fundir nuestros pasos al suelo que intentamos caminar.
Sin noticias del resto, la caminata hacia el estadio la inicio solo. Como un charco moviéndose en el cauce de lo que fue un río, como el pagano que se ha perdido y ha quedado muy por detrás de cualquier procesión voy apurando el paso.
Soy el charco aéreo que cruza el puente sobre el río Chili, soy la sombra que busca mejores sombras en el camino hacia Vallecito. Allí tomo fuerzas, debajo de árboles y casas. También debajo de mis pensamientos.
Lo que ahora resta es subir y subir hacia el barrio de IV Centenario. Lo que ahora resta es entrar al estadio y sumarme a otros cremas en la tribuna norte.
La entrada está a 14 soles, pero hay otro sol que no tiene moneda de cambio, que no tiene sello y que siempre da la cara…es aquel viejo que no hace distingos; que semilla y desgrana la campiña junto a la ciudad, que deja escapar nuestra propia agua en los surcos de la sequía, que insola y oscurece nuestra pulida visión…es el viejo sol de Arequipa, la vieja estrella que sofoca.

Una pausa para interrumpir el sol que agobia. Una pausa. Supongamos que yo haya exagerado en el matiz del relato. Supongamos entonces que exagerada por la hora y el sol, esta sequía no sea la brasa introducida en nuestra garganta, no sea el pasto amarillo y la tierra seca sobre los sardineles que desordenan el paisaje de la ciudad. Supongamos una vez más, que esta hierba rubia que se nos muestra, fue alguna vez verde y lo fue mucho antes que esta hora, mucho antes que este setiembre. Seamos livianos entonces y supongamos que la sequía no empieza a las 11 am y que sólo continúa a esa hora, que sólo se agrava en este punto. Supongamos, tú que me lees y yo que te relato, que a las 11 en la ciudad blanca todo se convierte en un peligroso juego de luz y sombras, de sequías y de alivios, de un ajedrez cuidadoso para evitar el sofoco.

El sofoco, esa era la idea primigenia de la dirigencia del Melgar. Hacer jugar al sol y la altura en contra de nuestro equipo. Antes de poner un once propio, se debía jugar con los elementos, se debía reclutar a la naturaleza, darle la cristina y promoverla en su rango, pero la naturaleza nunca ha demostrado ser un buen soldado, nunca se ha puesto los distintos uniformes que le muestran.
La naturaleza no dispara cuando se le ordena disparar, no desenvaina su espada sólo contra algunos, sino lo hace contra todos y lo hace contra todos, todo el tiempo. Y el sol no hizo distingo alguno en este domingo de setiembre.

El sofoco, esa era la sensación en la tribuna, una tribuna norte sin agua en los baños, pero con mucho sudor por regalar.
Sudor y esfuerzo que no fue ajeno al equipo de la “U”, que desde el calentamiento se encontró con su verdadero rival en la cancha. No, no era el soso equipo de Melgar, ni la altura o el mismo sol, eran ellos…siempre fueron ellos, cuando uno es mejor que el otro once, lo correcto es medir el propio esfuerzo con su máxima vara.
Hay que superarse siempre, aún en tiempos malos, aún en sequías; y sequías como estas terminan cuando se riegan las gradas y la cancha con el sudor de una gente que vino para ganar en sus propios términos.
Términos que se dictaron a un rival que no ha sido digerido, ni masticado aún por su propio entrenador. Un rival, un medio rival que no prestó atención al dictado, ni a su historia y que este año sólo escucha el murmullo del piso de abajo, el murmullo de segunda.
Términos que tuvieron que ser encontrados en Arequipa por un equipo que se volvió a hallar, porque una tercera victoria consecutiva deja de ser circunstancia o coincidencia y pasa a ser un hallazgo, un hallazgo valioso en esta sequía arequipeña.
Sequía arequipeña que ha hallado a un equipo, a un equipo campeón. Porque ellos mismos han hallado el agua en la sequía, y el agua en la sequía finalmente es esfuerzo, es sudor.


Y DALE “U”


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