domingo, 31 de julio de 2011

La plaga que nunca se iba

Es un año de mala cosecha. Debemos aceptarlo desde ya. La “U” no debe tirar el grano, pero tampoco necesita arrastrar más allá de sus posibilidades la situación que lo sofoca.
En Chiclayo nos hacen recordar una vez más lo mal que vamos y lo mal que nos ven los demás. Ya no existe el respeto y menos el resquemor por un equipo como el de Universitario de Deportes. Nos atacan durante todo el partido y cuando no lo hacen, nos van toreando de un lado a otro con la pelota.
Poner de excusas al viento o a la mala suerte, sería de necios ante lo poco que se hizo en el transcurso del encuentro. El primer tiempo fue para ellos y el segundo también. Nuestro momento tal vez ocurrió en algún otro lugar, porque en Chiclayo no llegó un equipo que quisiera ser campeón o quisiera de verás la victoria.
Mientras los contrarios nos presentaban un equipo, nosotros  hilvanábamos una jugada y otra jugada más entre dos. Nadie más se unía al concierto, el que se atrevía a hacerlo, desafinaba.
La iniciativa estuvo siempre del lado del rival. La respuesta se repartió en nuestras manos y a veces ni eso. La “U” luchó por separado y perdió en cada una de esas oportunidades que tuvo para unirse y no pudo hacerlo.
El desorden generalizado y su nula compostura durante noventa minutos nos mostraron la calidad de los que toman las decisiones en el banco y un poco más allá. Por ellos perdimos hoy y es probable que lo sigamos haciendo.

Es así que el mal planteamiento del técnico dentro del campo y la pésima planificación de la dirigencia en las afueras, nos han llevado a esta crisis inmensa que no tiene visos de verse solucionada.
La “U” no es una lágrima simplemente porque no la lloran los dirigentes, ni la sufre el técnico. No es una lágrima, porque la situación cada vez es más oscura que transparente y más alarmante que penosa.
Hay tantas cosas que están erradas, que si nombráramos solo una que anduviera bien, posiblemente nos tildarían de mentirosos y seguramente nosotros no haríamos nada por remediarlo. Sería ir contra lo evidente y en este caso, contra la historia del técnico de Universitario de Deportes.

La historia del técnico de la “U” nos indica que tiene algo parecido al pasaporte noruego,  con el que se dice ha viajado de incógnito por todo el mundo. Con aquel se ha trasladado en medio de mares borrascosos para finalmente descender en puertos y en las dársenas luego de la descarga.
Así ha recalado en capitales, en ciudades que lo fueron y en pueblos que tal vez lleguen a ser algún día ciudades principales. O tal vez no.
Ha estado en el Besiktas de Estambul y en la Constantinopla de Justiniano. Ha pisado cada una de las ciudades de una España ficticia y una España real, donde la muerte roja de un Poe en Delirium Tremens lo habría podido ubicar sin problemas.
Ha estacionado con los Tercios de Flandes en los saqueos de Malinas. Allí ha sido tercio, sexto y último.
Ha vuelto finalmente a una Lima que solo era melancólica del buen fútbol y la ha llevado a otro extremo y a otro deporte totalmente distinto. Y se ha quedado.

Se ha quedado tan a gusto como la geometría perversa de una bacteria; hasta finalmente sentirse satisfecho de tener un apodo y chapa y de contar también con un nombre científico.  
No hay vergüenza en su proceder, pues no hay vergüenza en su llegada a la institución luego de su paso por cristal.
Dicen que las monedas que le tiraron alguna vez desde la tribuna, acusándolo de mercenario, se las metió al bolsillo. Y aunque no estuvieran en circulación, con ellas pagó a algunos y debió a muchos más.
No se va a ir. A él lo deben de botar primero. Podría dejarnos últimos como a la Selección Nacional de Perú y aún tendría ánimos de quedarse.
Y pensar que nuestros antepasados y sus dichos populares nos engañaron todo este tiempo. Las ratas no son las primeras que abandonan el barco, sino que se quedan hasta el final. Al menos así sucede cuando abunda el queso (verde) y la poquita vergüenza.


Safe Creative #1108019781794

No hay comentarios:

Publicar un comentario