domingo, 22 de abril de 2012

Mucha Diferencia

La “U” vence dos a uno. Pero no vence a las justas. No triunfa debido a su buena estrella o a los errores del contrario. Si bien la diferencia termina siendo de un gol, no vence al rival por una “mínima diferencia”. Universitario de Deportes se impone claramente en el Monumental, aunque el marcador pueda engañar a los que no vinieron a ver el partido. 

La “U” gana desde el saque, a pesar de que el primer gol se dé al finalizar el primer tiempo. Triunfa, al parar un plantel joven, que lo único que va a hacer desde ahora es entenderse mejor, relacionarse mejor y jugar mejor al fútbol. 
El equipo crema que arranca, es casi el mismo conjunto que juega el clásico. Es más joven aún, pero es el mismo en la actitud de ir hacia el frente. 
A Universitario de Deportes no le van a cambiar su modo de ser, su manera de desenvolverse o su carácter forjado desde hace tanto tiempo. Los jóvenes que hoy juegan, juegan sabiendo que hay caminos trazados que los han de poner al frente del rival que huye o se esconde. 
Las letras con que los jóvenes escriben su historia no son muy claras aún, pero son letras grandes, son letras mayúsculas y van en tan correcto orden, que es imposible quitarse la sonrisa de la cara, a pesar de que fallen un pase o se excedan en un lujo. 

La “U” tuvo el balón durante el partido y también las mejores oportunidades. Atacó con ambas manos y pegó cuando debía de pegar. Ni un momento antes, ni un momento después. 
El rival se vio sorprendido en los goles, sí, pero sobre todo se vio superado en el transcurrir del partido. 
Esa primera línea de volantes de Universitario de Deportes es la que le da el soporte justo al resto del equipo. El equilibrio depende de Rainer y Toñito, y sobre ellos descansa todo el peso del resto de jugadores. Si fallaran ellos, las cosas serían terriblemente difíciles. Si estuvieran bien, como lo estuvieron hoy, las jugadas fluirían naturalmente y necesitarían solamente el talento distinto de los jugadores claves para marcar la diferencia. 

Universitario de Deportes tiene esos jugadores. Esos jugadores distintos que pueden encarar, recibir falta tras falta, y seguir persistiendo. Futbolistas que la jugada difícil la tienen resuelta en la cabeza un segundo antes que el resto de personas. Ese segundo es suficiente para ponerlos adelante, para ponerlos primeros con respecto al resto. 
Edison Flores es ese tipo de jugador. Pero sobre todo es ese tipo de jugador para la “U”. Porque aúna en uno solo, la inteligencia y el talento, pero no se ve perdido en el chiche excesivo. Porque aúna en uno solo la resolución y la valentía de llevarla a cabo. Y una vez que sabe lo que tiene que hacer, lo hace, sin correrle a las patadas. 
Hoy utiliza los pies y la cabeza, y la cabeza con los pies para darle el triunfo al equipo crema. 
Primero al final y finalmente al comienzo. A punto de terminar el primer tiempo, y al comienzo de la última parte. Resolviendo él mismo con cabeza para el primer el gol, y sirviendo al compañero con las piernas en el segundo. 

La “U” gana entonces. Con la estructura armada en sus andamios del centro y con el talento de los pintores para hacer lo que se espera de ellos. Hoy pintó Flores, mañana podría pintar Polo, y la siguiente semana Ampuero o algún otro. Y los nombres seguirían surgiendo, y tantos, como para ponernos una sonrisa en la cara, semana tras semana. 
La próxima fecha es en el Cusco y es imposible no borrarse una mueca feliz con lo que todo esperamos y prevemos de este plantel. Pisemos tierra entonces, pero también tengamos fe. ¡Y Dale “U”!
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lunes, 16 de abril de 2012

Faltó Poco

En el tiempo que me toque vivir quiero poder recordar el partido que acabo de ver. Quiero poder recordar ese ir en el auto por la avenida Arequipa. Ese bajarse a unas cuantas cuadras del Estadio Nacional, porque la aglomeración es demasiada para seguir en la pista. Pareciera que toda Lima acudiera a verte. Amigos que son compañía y enemigos que son “anti”, mucho antes que ser “pro” algo. Dejemos también que los segundos recuerden el partido y que tengan memoria de cómo lo terminaron.

En ese tiempo que me toque vivir, quiero poder sentir esa sensación que se tiene cuando te vas acercando al Nacional. Esa reacción primaria en las piernas, que dudan entre solo sostenerte o empezar a correr por su cuenta hasta las hileras de gente.
Quiero poseer esa sensación de contar con distintas tallas mientras se camina. Grande, pequeño y gigante. Las piernas parecen elásticos o fideos que se estiran y encogen porque no solo soportan todo el peso de tu cuerpo, sino también, todo el peso de tu corazón.

Todo lo antiguo cambia. Eso dicen. Pero detrás de ese maquillaje puesto al Nacional, aquel sigue conservando su alma crema. Detrás de todos esos fierros nuevos, esas tribunas siguen soportando un hogar. Un hogar donde nosotros somos los jefes y donde también llevamos el alimento a la mesa.
El clásico a diferencia de otros partidos se basa en el diálogo más que en la narración. Nadie puede contarte aquel partido con entera fidelidad, porque al hacerlo solo se separaría una pequeña parte de toda la carne que allí se cuece. Pero lo intentamos.
Son diálogos también, porque los actores en las tribunas van respondiendo y contestando al contrario, según la anterior línea propuesta por aquel.
Hay rivalidad suficiente en este partido, como para hacer que el absurdo campeonato peruano tenga sentido. Tenga todo el mejor sentido. Minimizar este enfrentamiento, es mostrarse como un perfecto ignorante del fútbol. En cualquier nivel. Porque esto es fútbol. Esto es verdadero.

Los contrarios comienzan mejor el duelo en la cancha. Mientras ellos abren el campo de juego con sus ataques, nosotros nos vamos asentando un poco mejor con el correr de los minutos.
Este día somos un motor que empieza frio. Pero que nunca se detiene. Sino que va calentando y llevando de a pocos, el peligro al arco de enfrente.
El mejor en la cancha es Rainer Torres, que multiplicado en su ir y venir, corrige errores de sus compañeros, y a los mismos camaradas, los comienza a reunir alrededor suyo.
El gol contrario los encuentra con el suficiente engranaje para devolver el golpe. Con fallas, errores y defectos a cuestas, el joven equipo de Universitario de Deportes avanza en el primer tiempo y luego, en la segunda mitad, contra la defensa desesperada que el equipo rival intenta.
Tal vez este sea el equipo más joven que la “U” alguna vez haya presentado en un clásico. Pero esa juventud valiente es la que sofoca al de enfrente en su lado del terreno.
El contrario tuvo dominio en la primera mitad, la “U” tuvo mucho más que dominio en la segunda. Al rival lo ahoga sin misericordia en su propia área.

Tener al enemigo contra las cuerdas y no poderle ganar. Tener a alguien acorralado, bien sujeto y rematado, y aún así, perder el partido. El fútbol no es como el box. Es el gol lo único que importa. Ganar por puntos no es una opción posible. No existen los jueces de fuera que te den la victoria de esa manera.
Todos ven que el rival está hecho puré y rendido, pero nadie puntúa ello. Nadie nos da puntos porque aquel esté a nuestra merced y pidiendo la hora. Nadie.
Un equipo joven de Universitario de Deportes que te permite soñar con lo querible, más que con lo posible. Le pones un techo muy alto a su juventud. Pero luego te das cuenta que el contrario es verdaderamente nada. Y entonces tienes que aguantarte esos sueños, y pedir trabajo al entrenador, y más trabajo.

No podemos quedarnos con la anécdota del penal no cobrado a Ximenes. Y los “offsides” en contra nuestra, que sí se cobran. Tenemos que ir más allá. Debemos ganar estos partidos a pesar del arbitraje, porque muchas veces lo hemos hecho así. Entonces si se ha hecho antes, es posible lograrlo de nuevo y realizarlo siempre.
La guerra no termina con esto. Esto ha sido una batalla nomás. Ya vendrá el match de vuelta, y el equipo habrá cuajado lo suficiente para que aquel partido a venir sea verdaderamente una revancha.
¡Qué pongan al mismo juez de línea en occidente! y ¡Qué intente robarnos otro penal!
Igual, con todo y su juez asistente, los guerreamos en la vuelta.


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lunes, 2 de abril de 2012

Mucho más que seguidores

Un equipo que es acompañado por tanta gente no puede contar con una sola historia. No puede tener una sola manera de contar aquella. Un equipo que se levanta, aunque siempre haya estado de pie. Que avanza, aunque no sume siempre en la tabla. Y que está siempre, aunque no tenga las mismas caras y hombres en sus filas, no puede ser simple de explicar. Y sin embargo, lo explicamos. Lo decimos todo cuando sonreímos al verlo salir a la cancha. En una fracción pequeñísima de tiempo lo hemos narrado todo para nosotros. Como si aquella sonrisa, es decir, nuestra sonrisa; la tuya, la de aquel y la mía fueran iguales, significaran lo mismo. Alguien diría al vernos, al ver esta hinchada, que somos tantos ruidos distintos y una sola hermosa melodía.

La “U” es siempre grande, pero creo que se ve mejor cuando los seguidores se convierten en compañía. Cuando la hinchada, va lado a lado con el equipo.
Tres tribunas, pero miles de espectadores, miles de lados distintos por donde se le puede hacer compañía a un Club. No solamente seguirlo de lejos, sino estar a su lado. Ser su mejor pata el fin de semana.
Hoy la hinchada da la cara. Acude. El amor es el comienzo del boleto, o donde dice Universitario de Deportes, el amor es eso. Nada tiene que ver el rival en ello. Nada tiene que ver la “grandeza” o vileza del contrario. Allí donde dice la “U”, allí también dice amor. Allí existe la explicación de una sonrisa y el porqué se puede decir por ejemplo: “Te Amo la “U” y estoy aquí, porque solo tengo una vida para demostrarlo”.
¿Es por eso que estamos en la cancha? No, es más todavía que aquello. Cada segundo que pasa vamos sumando una necesidad más grande, un deseo más compacto de estar exactamente aquí, en este lugar, acompañando a nuestro Club.

La “U” es once y muchos más. La “U” es una voz. La “U” es una masa inmensa con un solo fin. Llevar ese balón que se encuentra en el centro hacia las redes del contrario. Es por eso del aliento en las tres tribunas y el soplido hacia un solo lado del campo.
Las ilusiones, las mejores ilusiones de los más pequeños vuelan en este ambiente generado por una hinchada entregada a su equipo. El canto de la barra va así y el primer tanto del equipo también va así. La felicidad es más feliz, relatando esto.
Desde el mismo centro del campo saca el contrario luego del gol de Universitario. Desde allí se busca volver a llevar el balón hacia el arco rival.

Hoy llevamos a la cancha números que significan guerra. Que significan no rendirse nunca. Hoy llevamos cifras que se enfrentan a las restas y terminarán dando siempre positivo. Hoy sumamos a ese número en la tabla, miles de cabezas, ejércitos.
La “U” se defiende entonces, la “U” lucha contra los contrarios de hoy y contra los dirigentes, que son más contrarios aún. No nos preocupamos, a los primeros les vamos a ganar casi siempre, y a los segundos, los vamos a golear. La gente se está dando cuenta del poder que tiene y de los cambios que se necesitan para reflotar a la institución.

Universitario de Deportes suma tres puntos porque no es posible perder con tal ejército respaldando sus acciones. Ximenes añade el primer tanto casi sin guiar la pelota. Solo basta empujarla un poco para desenrollar la cadena, hacer andar el tren sobre los rieles.
Luego del empate de Cobresol, la segunda estación parece lejos, pero la gente se dirige a ella con sus cantos y hacia allá dirige al equipo.
Importa mucho, lo mal que se juega la primera parte; pero lo importa todo, la buena actitud que tiene el equipo en la segunda mitad.
Tal vez porque un equipo joven como este, solo puede mejorar en su futuro. Tal vez porque un equipo sin tantas apariciones en primera, debe tener verdaderas presencias de primera, es que la “U” mejora en la segunda parte.

El segundo tiempo es diferente, pero empieza casi igual que lo último visto. La “U” lo suficientemente generosa para pecar también de desordenada, y lo suficientemente desordenada en su eterno mirar hacia adelante, para también hacer buenas migas con su gente.
Las oportunidades empiezan a ser tan continuas, que antes del segundo gol, la gente ya sabe a dónde va ir ese balón de Calcaterra; los rivales alrededor de él también conocen donde irá a clavarse la pelota del crema. El mismo Goyo Bernales dice “gol” antes de que lo patee el argentino, tal vez recordando su tanto a los cagones, el año ‘99.

Universitario de Deportes utiliza la sorpresa y el contragolpe de Polo para ampliar la diferencia en el marcador. Tanta es aquella, que el penal en contra, no significa mucho más que una anécdota.
La “U” gana el partido con dificultades y con un plantel que necesita creer lo suficiente en sí para poder mejorar. Hoy casi treinta mil personas demostraron cuanto lo quieren al Club. Ya creen en él y lo aman desde hace mucho. Son seguidores de aquel desde hace mucho también. Hoy, ya sin los nefastos dirigentes, los seguidores necesitan convertirse en acompañantes, en compañía celosa de su institución. Lado a lado con ella.
La “U” no merece menos que verdaderas multitudes en sus partidos. No merece menos que el amor de su hinchada. Y no merece menos que gente que se sienta igual a ella.
Universitario de Deportes no necesita más seguidores; lo que necesita, es una hinchada que sea compañía de ella, que esté a su lado siempre, durante todo el camino. La “U” te necesita a ti que me lees. El fin de semana jugamos en el Callao. Dale, ¿Y vamos? ¡Y vamos carajo! ¡Y dale “U”!


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domingo, 11 de marzo de 2012

Cantares de gesta en el Nacional

La tonada con que se le canta a la “U”, tendría que ser la misma de siempre. Y en el Nacional llega a ser la misma de siempre. Igual tal vez, a la de casi un milenio atrás. La misma que cantaron los primeros juglares y que entonó también el juglar original.
La misma tonada con la que se cantó la primera gesta importante. Porque casi siempre el canto de la hinchada es el presagio de lo que ya se sabe o se sospecha. Casi siempre es lo que ha de ocurrir en escena. Lo que el jugador de la “U” ha de representar en el escenario. Y la hinchada realiza estos presagios sin notarlos aún. Allí radica la pureza de su acto.

La hinchada de la “U” le canta a una tradición que prorrumpe en sus venas. Cuando el bombo manda el “Vamos cremas vamos”, es porque han visto el acto heroico repetirse en el futuro. Más que un deseo, entonan como hados lo que ha de suceder.
El hincha de la “U” entona todos los fines de semana cantares de gesta. Sus gestas.
Los de al frente, solo se dignan a creerse más que nosotros, y a gritar sus oles cuando falta tanto para que todo acabe. Berrean cuando solo les separa un gol. Berrean ingenuos el ole como las ovejas que son:

¡Oleeee! ¡Beeeee! ¡Beeee!

La “U” es distinta. Su gente es distinta. Su hinchada se dedica a cantar y a cantar, siguiendo la tradición heredada tantos años atrás. Llaman a aquello que vendrá y aparecerá. Invocan a aquello a lo que le podrás llamar como te dé la gana.
Porque ya sabes, a partir de ahora puedes llamarlo como te dé la gana. Porque sucede. Simplemente sucede. No falta. No escasea. Y encima, tiende a repetirse en el tiempo. Sí, se repite. Se repite como si nada. La garra se repite.

Puede ser que el ponerse esta camiseta tenga que ver con ello. Esa camiseta crema y no otra. Aquella camiseta permite que las cosas sucedan. Que las reacciones se den. Que esa variable que suma, sume de nuevo. Una magnitud a la cual tenemos que reunir de alguna forma. Explicarla de alguna forma. Traducirla en ese sudor que no seca, pero que ya va quemando. Como si fuera combustible. ¡Y qué combustible! Tal vez el suficiente de aquel para echar a andar un país. Tu país.

El viejo en la tribuna de oriente lo sabe así. Sí, ese viejo señor que está ya hecho un músculo agarrotado, que no se deshincha. Que no sabe deshincharse y solo sabe ser hincha. Más hincha. Y grita. Y canta. Enfurecido, pero canta.
Como si su voz proviniera desde el fondo del lecho de un río costeño en verano. Con las piedras sonando y chocando, haciéndose añicos. Esa es su voz en el canto. Enfurecida. Pura. Rompiendo el cerco de miradas de gente sorprendida a su alrededor. Y pasando al otro lado. Caminado un trecho lunar y volviendo de allí. Y canta. Sobre todo canta. No sabe bien la canción, pero necesita cantarla. Hoy necesita cantarla. Porque el alma se le sale por la boca. Y ya es demasiada la humanidad que tiene encima. Lo siguiente sería llorar ante tanta humanidad. Ante el ejemplo del viejo, que canta a su equipo, a su Club. A ese gran amor que le tiene. Y que va chocando entre tanta gente.

Y entonces que llega el gol del empate. Un ir encima del rival. Un no dejarse vencer. Un pase de Rainer Torres hacia el recién ingresado y debutante Chirinos. Y Chirinos que se saca a su marcador y de media vuelta vence el arco contrario.
¿El viejo dónde está? Y el viejo de tribuna oriente que ya no está. Ahora estamos todos nosotros gritando, abrazando, insultando y alabando nuestra suerte. Sacando tanta humanidad encima.
Y el viejo que ya no está allí. Que se ha bajado por las gradas gritando. Gritando. Amando a la “U” y teniendo solo una vida para demostrarlo. Una vida. Y aprovechándola. Aprovechándola con todo. Estrujando su camiseta y llorando como un niño por lo que acaba de ver. Por lo que hemos visto todos. Por esta garra que se niega a ir. A pesar de todo. A pesar de los dirigentes. Cerrando los ojos y viéndolo todo. Todo. Y cantando también. He aquí entonces, el dueño de su mundo. He aquí, un hincha de la “U”.


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lunes, 26 de diciembre de 2011

Un buen romano

Cuando el capitán toma la pelota y arenga a sus compañeros, se hace responsable de sus actos devenidos y por devenir. Se hace responsable de él mismo y de todo el equipo.
Da un paso adelante para entrar a la cancha y da varios pasos al frente en su evolución. En el Monumental, Galván es mejor que cualquier guerrero. Allí en medio de amigos y enemigos, forma parte de un conjunto, cohesiona un plantel.
En el campo de Matute y en el mismo Monumental, el negro ya no es solo guerrero, es soldado. En los estadios donde se producen batallas ceremoniales y batallas verdaderas, Galván es romano. Un buen romano.
Al capitán de la “U” no le basta batirse en tierra con el contrario. También lo hace en el aire, para que Dios sea el verdadero juez de su esfuerzo y empeño. Gana la “U” gracias a actos generosos y desinteresados de sus jugadores. Gana, porque a pesar de la nariz rota y el espolón destrozado, el soldado vuelve a la grama con el primer hervor de su frente.
Un partido caliente necesita fiebre de galeras. Fiebre de hombres que sean libres, pero esclavos de su más primaria voluntad. La voluntad no solo es poderse parar, también es dar el paso hacia al frente e ir si cabe la redundancia, más al frente que el resto.

Luego del final de la liguilla, la “U” necesitaba recomponer sus filas. Hacerlas más impenetrables al enemigo. Ser como un bosque de noche. Pero no como cualquier bosque y no como cualquier noche. Para aquello debía recuperar a su capitán por completo, luego de su lesión.
“Heridas de guerra”, decía Galván, y era verdad; Universitario de Deportes estaba en guerra, porque una campaña de fútbol es eso, guerra.
La recuperación se dio en el campo verde de juego. Reyes cojos y mancos se han podido redimir en un campo de batalla y lograr el triunfo que la sociedad no les permitía en las ciudades. Así siempre ha sido en la historia. La historia que se ve y que driblea, es la misma historia chueca y torpe de los libros. Hombres que caminan el mundo tropezándose, son los mejores corredores sin darse cuenta. Eso te lo puede decir cualquiera y eso te lo podía decir Garrincha en su momento, claro, si le daba la quimba y la gana de hacerlo.
No solo bastan el esfuerzo y el corazón para mantenerte en el camino. Se necesita tener también una buena cabeza para obtener el triunfo. Un triunfo conseguido muchas veces sobre el talento. Galván que tiene experiencia de batallas puede testificar con sus heridas, que vencer a un hombre continente de cabeza y voluntad, por más hombre simple que sea, no es fácil siquiera para un Dios.

El Negro se recupera de su lesión con el único fin de enfrentar los dos clásicos. En el último de aquellos se vuelve a herir, esta vez en el rostro. No interrumpe su camino, más bien se apura en volver a aquel, en ingresar otra vez y en intentar cabecear de vuelta el balón.
Carlos Galván regresa con su defensa, no la piensa abandonar. No cuando falta tan poco. Y no cuando los soldados vuelven para vencer al contrario.
La defensa de la “U” espera en orden los ataques esporádicos del enemigo. Aquellos esfuerzos del rival que son desbaratados gracias a la voluntad de hombres reunidos para luchar por un más alto fin. El fin de los cremas consiste en nunca traicionar su historia y origen, no si el origen prueba ser bueno y es bueno y no si su historia merece ser repetida y enmarcada.
La “U” gana el campeonato gracias a soldados como Galván. El Negro es un soldado, identificado con todos sus compañeros, identificado con todos ellos y por ende mejor que cualquier guerrero. En el campo de batalla, Galván es soldado de la legión. Un ciudadano romano. Un buen romano.


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El paradero final

Hay muchas rutas de micros y combis que cruzan la ciudad. Líneas piratas y líneas que existen solo en el papel. Cooperativas que se unen por el bien común y cooperativas que cooperan con el bolsillo de unos cuantos.
La ruta “S” cruza varios distritos de la capital. Une Lima y el Callao. O confirma en todo caso lo que el tiempo ya unió y casó. Esta línea viene desde lejos y va hacia allende. Su última (o primera) parada queda a solo unos cuadras del Monumental. A diferencia de otros paraderos finales, la soledad no siempre acompaña sus días. Cada dos fines de semana el paradero espera la llegada de personas que siempre vuelven y de otra tanta gente que de harto preguntar, también llegan.
Muchedumbre de puntos lejanos entre sí, coincide aquí. Concurren al micro sin decirse nada, sin verse siquiera. A veces cuando el cobrador es hincha crema pregunta por el equipo y a veces cuando no lo es, también lo hace. La gente necesita noticias, noticias hasta de un extraño o de un enemigo. Así rompen la rutina. La rutina que aumenta su apuesta en la siguiente vuelta y que aun con gran riesgo, siempre arriesga en contra nuestra.

La combi de la ruta “S” viene casi llena. El casi es porque las leyes físicas se pueden acomodar un poco más y mejor. Se pueden acomodar para traer con ellos una copa de vuelta por ejemplo.
Pocas veces un paradero final es tan masivo en un 13 de diciembre o en cualquier fecha. Todos bajan aquí. El cobrador no pregunta más por la “U”, este también es su último paradero. Su última vuelta en la ruta y el inicio de otra de ellas en la cancha.
La hinchada empuja hacia al estadio y entra. El cobrador sonríe y dice que si no fuera por los cagones, que aflojaron a último minuto, el estadio estaría lleno. Y tiene razón. Y es que el “cobra” sabe que las leyes físicas siempre pueden acomodar más y mejor, pero el sentimiento solo tiene espacio dentro de la carne. Afuera de ella, no se puede acomodar más, ni mejor. Es imposible. O estás, o abandonas. Al final de la historia quedan las personas y se descartan los personajes. Al final y en la final también.

La ruta de Universitario de Deportes es algo más que una aparición en el campo de juego. Todo el circuito y rutas alternas. Es la oración que dura lo suficiente para ser historia y no cuento. Más de veinte apellidos guardan sus fronteras. Titulares, suplentes y jugadores en reserva salen al campo de juego y forman una línea sobre la pizarra verde del Monumental.
Alineados conjugan una oración de lectura obligatoria para el rival. Una declaración de principios. Mientras su contrincante forma con once, ellos conforman algo mayor a ese número. Y es que todos los ejércitos empiezan con algo mejor que el once. Con la alineación verdaderamente alineada para recibir los saludos. Ellos forman esa línea buscando cerrar el trato. Juegan hoy para que su mundo acabe completo al final del día. Un gesto de extrema fuerza sobre el contrario necesitado de una sola suerte.
La “U” sale al gramado con todo el equipo porque viene a tomar algo que es suyo y eso solo se puede lograr con el grupo completo, con su parte completa (hinchas incluidos). Universitario de Deportes desocupa todos los asientos de cualquier combi, microbús o en donde haya venido, y baja aquí, en este su último paradero. Nadie queda fuera. Nadie que no quiera ser campeón al menos.


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Conocerlo, es amarlo

Conocerlo, es amarlo*. Solo dos minutos y medio se requieren para convencerse de cosas como ésta en una canción. Phil Spector lo sabía muy bien.
Y conocer al Club es amarlo. Pero conocer a la “U” de verdad requiere más tiempo. Saber de sus aristas maravillosas que lo hacen tan diferente al resto requiere de más momentos que la simple duración de una canción. Sin demagogias tontas que nos pongan de cara al público.
Y conocer al Club es amarlo. El clásico lo define el equipo crema desde un inicio. Son ellos los que encarnan el mejor opuesto, el más lejano. Olvidémonos de una vez la tontería del blanco contra el negro. El rico contra el pobre. Porque no es así. Porque nunca fue así. Porque el equipo contrario, era y es un equipo de ricos, cuyas batallas futbolísticas son luchadas por otros.

Los estudiantes universitarios luchan contra los asalariados de los ricos en el campo. Y esos mismos estudiantes batallan contra la oligarquía dueña del rival en las afueras del campo de juego. “U” contra dos cosas distintas. Contra dos cosas que juran parecerse, pero no se parecen en nada.
El equipo de Universitario es en cambio la propia hechura de su gente. El club de los jugadores presidentes. Cinco de los presidentes del Club formaron las primeras escuadras de la institución. Cinco de ellos dejan todo en el campo porque luchan por algo que es suyo. Allí se inicia la garra.
Mientras que otros se enorgullecían de la habilidad como insignia, los jugadores de la “U” contaban con el amor propio de sus jugadores-presidentes que habían hecho la institución con sus mismas manos. Ellos daban todo por el equipo porque aquel representaba sus sueños plasmados. Ellos no luchan por los sueños de otros. Luchan por lo que es suyo.

Los jugadores de la “U” eran su propia institución en todos los sentidos. ¿Cómo se puede rechazar a la “U”, cuando ellos representan el espíritu más puro del amauterismo?
Y entonces esos amateurs ganan el primer clásico. Y al año siguiente conquistan su primer título nacional. ¿A quién se le ocurre no querer a la “U” cuando lees este tipo de anécdotas?
Cuando lees la historia de la “U” te topas con los sueños de sus jugadores fundadores en todas partes. No es nada difícil hacerlo, es que están allí para ser palpados. La Federación Universitaria tiene el espíritu independiente en toda su estructura. El “Hazlo Tú Mismo” que se ve muchos años después.

Cuando la “U” juega el primer clásico de definición en Matute se encuentra en calma consigo. Múltiples problemas forjan nuevos lazos que hacen el hueso que se expone al golpe más fuerte con el tiempo. Y el hueso de la “U” ha sido macerado en dificultades desde siempre.
Universitario de Deportes busca a su rival en el campo. Va hacia él y le da el primer mazazo. Lo quiebra con un gol. El contrario a pesar de su siglo de vida sigue teniendo pánico escénico. Una pena por ellos. Suponemos que si ese problema no lo has podido solucionar en tu primera centena de años, ya no lo solucionas jamás.
A los jugadores de la “U” nunca les ha supuesto nada fuera de lo común venir aquí. ¿Acaso no lo hacen todos los años?
Equilibrado el partido al final de la primera parte van al descanso y vuelven de aquel con la actitud de aguantar todo. De hacer pausa y dormir el partido hasta el final. Que se esfuercen los otros si pueden, dice Reynoso. Y no pueden. Nunca pueden.
Muy dentro de la cabeza del entrenador de la “U” se repite su conocimiento de los otros. Ha jugado con ellos y conoce de memoria de lo que adolecen. Universitario de Deportes gana el primer clásico.

Y conocer al Club es quererlo. Así alguna vez se lo dije a una amistad que pese a no gustar del fútbol quería descifrar lo que generaba está pasión.
Ir a NORTE en Matute es conocer a nuestro Club. Es tomarlo con ambas manos y abrazarlo como si fuera un eterno gol.
Y es que un clásico en Matute genera para el hincha de la “U” ese orgullo de nosotros contra el resto. El contra todo y contra todos de Cappa. La primera persona en plural contra el resto del mundo.
El que es hincha crema sabe que camino al muladar habrá guerreo, lacrimógenas, “rochabuses”, policía montada, perros policías y policías perros en contra nuestra. Y aún así avanzamos.
El que ha venido aquí varias veces, sabe que hay una fila (a veces dos) para entrar a NORTE, sabe que las puertas las abrirán tarde solo para joder, y sabe de memoria que todo lo anterior descrito se repetirá a la salida. El hincha de la “U” ama todo ello. El hincha de la “U” disfruta que le pongan parlantes en su contra cuando a los rivales les falta el aliento en su propio estadio. El hincha de la “U” se enorgullece que le quiten espacio a su tribuna porque el rival nunca pudo con su canto y aún así la Norte se da maña para cantar más fuerte y mejor que ellos siempre.
Y es que venir a Matute es también conocer al propio Club en guerra. Y conocer al Club es amarlo. Y cuando se ama algo se habla de él siempre. Y toma más de dos minutos y medio. Y se habla más fuerte. Si quieres se canta y si quieres te repites de nuevo y de nuevo…conocer al Club, es amarlo.


*Canción de los Teddy Bears.


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