viernes, 23 de diciembre de 2011

La previa

Una anotación para mi persona…nunca planees una previa. Nunca planees una previa con casi una semana de anticipación. Nunca, nunca lo hagas bajo los efectos del alcohol. No en medio de una celebración, no luego de haber ganado al clásico rival. De haber ido a su casa y haberse hecho con sus botellas ya separadas.
Nunca prometas en medio de una copa que se llena y una copa que ganarás, lo que has de hacer antes del partido. A veces es tanta la felicidad que la espuma actúa más generosa que la neblina de Lima y hace ver las hazañas más grandes de lo que son. Y es por eso que cuando el sábado llega, no cuentas con casa donde tomar, botellas que abrir o amigos a quien putear o agradecer. Ningún amigo que desde el martes confirmaba la asistencia y persistencia de su estancia en el evento, se presenta. Fracaso total…vámonos a chupar, pero ya no se puede, que mañana es el partido.
El sábado se diluye entonces oliendo a alcohol, sabiendo a alcohol, pero no para ti. El día más esperado de la semana se convierte en la noche más desesperada de todas. Nada ocurre a tu alrededor, ni tampoco a veinte kilómetros de distancia. No existe celebración lo suficientemente bulliciosa para despertarte de ese desgano y desear que sea domingo y te puedas desquitar en la cancha.

La previa será entonces pospuesta y deberás encontrarte en un restaurante lo suficientemente anónimo para poder recriminar con nombre propio el fracaso del día anterior. El mismo menú de tantas otras veces. El mismo menú en una ciudad distinta más de una década después. Ese que si volteáramos la esquina de las hojas de Circunvalación y Canadá en el restaurante arequipeño nos encontraríamos con la calle San Francisco de la Ciudad Blanca.
Los mismos protagonistas (muchos otros faltantes), los mismos protagonistas esperando aquel clásico del verano del 98. Casi una veintena de jóvenes en ese calor tan arequipeño listos a comerse el mundo y claro algunos chicharrones, para luego enrumbar a la casa del Loco Jaramillo y unirnos para marchar hacia el Mariano Melgar. La previa de este partido tan importante tiene historias que se enraízan quince años antes y aún más, las primeras chupetas en la ciudad para ver al campeón y luego terminar en el 2009 cerca al Monumental en el distrito de San Luis.

Las previas, las mejores de ellas, surgieron de un impulso espontaneo de nuestros amigos. Como una respiración que se dio naturalmente y nunca debió ser forzada. Una llamada apenas unas horas antes del partido bastaba en los primeros años 90. Un silbido en medio da la calle para saber que llegábamos al parque San Francisco antes de que lo llenaran de rejas, luego la llegada de la parca que derramaba el líquido preparado sobre el jardín del parque y el jardín que se moría o se convertía en mala yerba como nosotros. Era la señal para ponerse de pie y empezar la caminata, nuevas mezclas se hacían en el camino, las botellas de gaseosa que no tenían más gaseosa se iban entregando generosamente entre personas que se empezaban a conocer y que quince años después en una ciudad distinta siguen pasándose el trago en botellas de coca y siguen yendo al estadio para saciar una sed que con previas o sin previas sigue siendo inmensa gracias a la “U”.
Solo queda una anotación para mí mismo en el próximo campeonato, hazla simple, nada con excesiva anticipación, pues llegado el día importante, los amigos siempre están y la crema siempre está. Hazla simple entonces.


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